viernes, 5 de agosto de 2016

Viernes: LA RESTAURACIÓN DE UN HIJO (Lucas 15:20)

LA RESTAURACIÓN DE UN HIJO

Lucas 15:20
20 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.

El peor suplicio es la ausencia de Dios en nuestras vidas. Sacar a Dios Padre de nuestro consejo es como el necio que cree ser sabio en su propia opinión. Entonces el pecado corre a raudal y si la paga es muerte ("Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.", Ro.6:23), no podemos imaginar sus consecuencias mientras vivimos. Alejarse del Señor es una trampa donde caen los altivos. La prepotencia más arraigada queda humillada ante la acción degenerativa del pecado ("Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.", Ro.12:16).

El Gran rey Nacubodonosor, sometido a una locura como castigo por su arrogancia, fue llevado a vivir por años como una bestia en el campo, caminando en cuatro patas, desnudo, comiendo hierba, durmiendo a la interperie y bañándose con el rocío; hasta que levantó su mirada y reconoció al Señor como el verdadero Soberano (Dn.4:31-34). Note como el rey Nabucodonosor pasó de la humillación del castigo del pecado a la humildad del arrepentimiento. No es menos cierto que nuestro Dios estaba ahí, al lado de él cuando le buscó en medio de su calamidad.

Sabemos que el hijo pródigo, también en su locura, decidió humildemente volver a su Padre, abatido y arrepentido, para llevarse la sorpresa de que su amoroso padre nunca dejó de ver el horizonte en espera de que su hijo perdido volviera. Sin saber si la actitud de su hijo era humilde o no, "corrió" y se adelanto a recibirle "y se hechó sobre su cuello y le besó". 

Cuando ya no podemos más, es bueno rendirse a los cariñosos besos de un buen Padre que alivian el más lastimado corazón y a sus abrazos que ahogan jipidos y brindan seguridad y protección. Él sabe enjugar las lágrimas de las caritas más tristes y llorosas... El Padre que ama también conoce la necesidad de restauración que requiere la desobediencia y sufre con su hijo contumaz la calamitosa humillación por la que ha pasado. Así es Dios.

"Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.", Sal.51:17

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E. Serrallés Sagalowitz

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