DESHÁGASE DEL ENOJO
Efesios 4.26-32
26 Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,
27 ni deis lugar al diablo.
28 El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.
29 Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.
30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.
31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.
32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
El apóstol Pablo escribió ampliamente sobre el carácter y la conducta de los creyentes. Exhortó a los cristianos diciendo: “Que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados” (Ef 4.1), y a ser “imitadores de Dios” (Ef 5.1). En sus cartas a las iglesias, Pablo explicó lo que significaba tener una vida de santidad.
Primero, debemos dejar ciertos hábitos y conductas, y sustituirlos con otros que sean aceptables a Dios. Las conductas “carnales” ya no son parte de nosotros. Tenemos ahora una naturaleza nueva, y debemos conducirnos de acuerdo con la misma. Gálatas 5.19-21 menciona quince conductas específicas que debemos abandonar, entre ellas: enemistades, pleitos, iras, contiendas y disensiones. Notemos el papel que juega el enojo en cada una de estas conductas: estimula los desencuentros e inflama el antagonismo. En segundo lugar, si nos enojamos, tenemos que disculparnos de inmediato (Ef 4.26).
Gálatas 5.19-21
19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,
20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,
21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
El fruto del Espíritu) es el cambio de los pensamientos y de las acciones pecaminosas. Si somos fácilmente irritables, necesitamos adquirir paciencia. Si nuestro enojo nos exacerba, tenemos entonces que convertirnos en personas serenas. El cambio es posible, porque el poder del pecado sobre nosotros ha sido destruido de una vez por todas. Hemos sido liberados para siempre para vivir de una manera agradable a Dios.
Gá 5.22, 23
22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.
26 No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.
Todos luchamos con alguna clase de conducta pecaminosa, pero felizmente no tenemos que seguir con ella. Como nuevas criaturas, ya no tenemos que ser definidos por lo que éramos antes de ser salvos ("De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.", 2 Co 5.17). Para demostrar la santidad que ahora es suya, colabore con la obra transformadora del Espíritu Santo.
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Ps. C. Stanley