viernes, 30 de septiembre de 2016

Viernes: DESHÁGASE DEL ENOJO ( 4.26-32)

DESHÁGASE DEL ENOJO

Efesios 4.26-32
26 Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,
27 ni deis lugar al diablo.
28 El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.
29 Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.
30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.
31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.
32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

El apóstol Pablo escribió ampliamente sobre el carácter y la conducta de los creyentes. Exhortó a los cristianos diciendo: “Que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados” (Ef 4.1), y a ser “imitadores de Dios” (Ef 5.1). En sus cartas a las iglesias, Pablo explicó lo que significaba tener una vida de santidad.

Primero, debemos dejar ciertos hábitos y conductas, y sustituirlos con otros que sean aceptables a Dios. Las conductas “carnales” ya no son parte de nosotros. Tenemos ahora una naturaleza nueva, y debemos conducirnos de acuerdo con la misma. Gálatas 5.19-21 menciona quince conductas específicas que debemos abandonar, entre ellas: enemistades, pleitos, iras, contiendas y disensiones. Notemos el papel que juega el enojo en cada una de estas conductas: estimula los desencuentros e inflama el antagonismo. En segundo lugar, si nos enojamos, tenemos que disculparnos de inmediato (Ef 4.26).
Gálatas 5.19-21 
19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,
20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,
21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.

El fruto del Espíritu) es el cambio de los pensamientos y de las acciones pecaminosas. Si somos fácilmente irritables, necesitamos adquirir paciencia. Si nuestro enojo nos exacerba, tenemos entonces que convertirnos en personas serenas. El cambio es posible, porque el poder del pecado sobre nosotros ha sido destruido de una vez por todas. Hemos sido liberados para siempre para vivir de una manera agradable a Dios.
Gá 5.22, 23
22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.
26 No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.

Todos luchamos con alguna clase de conducta pecaminosa, pero felizmente no tenemos que seguir con ella. Como nuevas criaturas, ya no tenemos que ser definidos por lo que éramos antes de ser salvos ("De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.", 2 Co 5.17). Para demostrar la santidad que ahora es suya, colabore con la obra transformadora del Espíritu Santo.

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Ps. C. Stanley 

jueves, 29 de septiembre de 2016

Jueves: LA IRA PECAMINOSA (Santiago 1.19, 20)

LA IRA PECAMINOSA

Santiago 1.19, 20
19 Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;
20 porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.

La ira puede romper la comunicación y destruir amistades. Si es reprimida, este sentimiento se convierte en resentimiento, lo cual daña la mente y la conducta. Si no es controlada, la ira puede manifestarse con una expresión de rabia que hiere no solo a quien es dirigida, sino también a otros.

Aunque podamos pensar en muchas razones para justificar nuestra ira, el único criterio que importa es el del Señor. El libro de Proverbios ofrece una perspectiva clara de cómo ve el Señor a la persona airada. Él dice que actúa locamente (“El que fácilmente se enoja hará locuras; Y el hombre perverso será aborrecido.”, Pr 14.17), promueve contiendas (“El hombre iracundo promueve contiendas; Mas el que tarda en airarse apacigua la rencilla.”, Pr 15.18) y comete pecado (“El hombre iracundo levanta contiendas, Y el furioso muchas veces peca.”, Pr 29.22). También nos alerta en cuanto a no asociarnos con tales personas (“No te entremetas con el iracundo, Ni te acompañes con el hombre de enojos,”, Pr 22.24). En cambio, quienes son lentos para la ira son grandes de entendimiento (“El que tarda en airarse es grande de entendimiento; Mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad.”, Pr 14.29) y demuestran sabiduría (Pr. 29.8, 11). Alejarse de la contienda es también honroso para la persona (“Honra es del hombre dejar la contienda; Mas todo insensato se envolverá en ella.”, Pr 20.3).
Pr. 29.8, 11
8 Los hombres escarnecedores ponen la ciudad en llamas;
Mas los sabios apartan la ira.
11 El necio da rienda suelta a toda su ira,
Mas el sabio al fin la sosiega.

En el Nuevo Testamento, el apóstol Santiago compara a la lengua con una pequeña chispa que puede incendiar a todo un bosque (Stg 3.5, 6). Él sabía el daño que puede hacer una persona airada. También escribió que nuestra ira no produce la vida de santidad que Dios desea para nosotros, ni tampoco corresponde con lo que somos en Cristo. Jesús pagó nuestra deuda por el pecado con su vida para liberarnos de nuestra conducta pecaminosa.

Stg 3.5, 6
5 Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, !!cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!
6 Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.
Las pocas veces que Jesús se airó estuvieron acorde con los propósitos de Dios. Pero, en nosotros, el sentimiento de ira se origina por lo general como una autodefensa o por los deseos frustrados. Si Dios le ha declarado culpable de tener una ira pecaminosa, arrepiéntase de su pecado y permita que el Espíritu Santo reproduzca en usted el carácter de Cristo. 
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Ps. C. Stanley

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Miércoles: EL DIOS DE TODA CONSOLACIÓN (Juan 8.1-11)


EL DIOS DE TODA CONSOLACIÓN

Juan 8.1-11
1 y Jesús se fue al monte de los Olivos.
2 Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba.
3 Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio,
4 le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio.
5 Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?
6 Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo.
7 Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.
8 E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra.
9 Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.
10 Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?
11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.

Una aflicción es una presión demoledora que amenaza con destruirnos. Nuestra salud, nuestra paz mental o nuestras relaciones pueden peligrar. Sabemos que Dios nos consolará cuando estemos enfermos, pero, ¿estará Él con nosotros cuando estemos sufriendo por los pecados que hayamos cometido?

Esta es una pregunta que muchos creyentes se hacen, y muchas veces su respuesta es no. Pero el Señor no nos condena por el pecado, porque Él lo ha olvidado (“Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.”, He 8.12). Lo que permanece son las consecuencias de nuestras acciones pecaminosas. Si nos volvemos a Dios, Él aliviará nuestra alma y nos guiará con toda seguridad a través de sus dolorosas consecuencias. Bajo su influencia, el dolor que nos causamos es tolerable y sirve para fortalecer la fe.

Recordemos a la mujer que fue llevada delante de Jesús por los fariseos. Había sido sorprendida en adulterio, lo cual era una clara violación de la ley. Los líderes religiosos estaban listos para lanzarle piedras, pero Jesús le habló a la mujer con compasión. Aunque Él, de ninguna manera, toleró su pecado, sí reconoció que ella ya estaba enfrentando las consecuencias de sus malas acciones. La perdonó, diciendo: “Vete, y no peques más” (Jn 8.11).

Nada de lo que podamos hacer podrá separarnos del amor de Dios. Una manera que Él tiene de expresar ese amor es mediante su promesa de consuelo cuando suframos, aunque el dolor lo hayamos causado nosotros mismos. Podemos dejar que la vergüenza nos haga alejarnos de los brazos del Padre celestial, convencidos de que Él no dará aliento a quien haya desobedecido, o podemos creer que es “Padre de misericordias y Dios de toda consolación” (2 Co 1.3).

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Ps. C. Stanley

martes, 27 de septiembre de 2016

Martes: MADURAR EN LA FE PARA ESCUCHAR MEJOR A DIOS (Mateo 17.5)

MADURAR EN LA FE PARA ESCUCHAR MEJOR A DIOS

Mateo 17.5
5 Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.

Nuestra capacidad para escuchar al Señor tiene que ver directamente con nuestra relación con Él. Por ejemplo, un incrédulo puede escuchar solamente un mensaje de Dios: el llamado al arrepentimiento y a la salvación en Jesucristo. Si no da este paso vital, ninguna otra cosa que Dios haga o diga le afectará en algo.

Pero, ¿qué de los creyentes? ¿Cómo afecta la manera de escuchar a Dios la relación que tiene un cristiano con Él? Esto es, básicamente, un asunto de identificación. Después de recibir a Cristo como Salvador, tenemos la seguridad de la salvación y estamos eternamente seguros en Él. Pero, más allá de eso, Dios quiere que crezcamos y maduremos en nuestra fe.

Crecemos en Cristo cuando nos identificamos más y más con Jesús. Esta identificación continua nos acerca más a Dios. Por eso, cuando oramos, no estamos orando a una deidad fría y distante, sino a un Dios que nos ama, sostiene y moldea a su propia imagen.

Esto cambia nuestra manera de acercarnos a Él, ¿no? En vez de venir a Dios a rastras y avergonzados, lamentándonos, gimiendo por nuestro pecado e implorando su misericordia, podemos acercarnos a Él confiadamente y con gozo, seguros de que el Señor nos ama, nos perdona y se regocija con nuestras oraciones.

Si tenemos una comunión sin estorbos con el Padre, definitivamente lo escuchamos mejor. Cuando crecemos en intimidad con Él, nuestros oídos espirituales siguen mejorando. Por medio de Jesús podemos tener una relación estrecha inimaginable y una comunidad en doble sentido con el Dios todopoderoso. Dígale al Señor que ese es su deseo.

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Ps. C. Stanley 

lunes, 26 de septiembre de 2016

Lunes: NUESTRA PERSPECTIVA EN LA ORACION (Salmo 95.6-8)

NUESTRA PERSPECTIVA EN LA ORACION

Salmo 95.6-8
6 Venid, adoremos y postrémonos; Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor.
7 Porque él es nuestro Dios; Nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano. Si oyereis hoy su voz,
8 No endurezcáis vuestro corazón, como en Meriba, Como en el día de Masah en el desierto,

¿Por qué razón dos creyentes pueden orar por un mismo asunto y tener luego diferentes respuestas y actitudes? Esto tiene que ver con sus perspectivas. Cada uno de nosotros viene al Señor con experiencias de vida y con expectativas diferentes. Si queremos escuchar su voz claramente, tenemos primero que ocuparnos de las cosas que afectan la manera como lo hacemos:

Nuestra relación con Dios. El Padre celestial habla de maneras diferentes a los cristianos. Y aunque ni Dios ni los principios fundamentales de la fe cambian jamás, el Señor ajusta su respuesta a cada creyente considerando su madurez espiritual y su situación especial. Por eso, dos personas pueden escuchar cosas distintas, pues están en puntos diferentes en su peregrinación de fe.

Nuestra comprensión de quién es Él. La manera como vemos al Señor cambia la manera como lo escuchamos. Por ejemplo, si usted ve a Dios como un Padre tierno, escuchará su voz de aliento y aceptará su amorosa disciplina. Pero si lo ve como un Padre duro y exigente, sentirá como si fuera imposible vivir a la altura de las expectativas de Él.

Nuestra actitud hacia Dios. Si venimos al Señor de manera orgullosa y rebelde, naturalmente no nos sentiremos inclinados a escuchar su voz de autoridad. Pero si venimos con una actitud sumisa, probablemente escucharemos y recibiremos con gozo su Palabra.

Dios sigue hablando en el mundo hoy. Deténgase y piense qué hay en su vida que pudiera estar bloqueando el mensaje de Él para usted. ¿Qué está afectando su capacidad o disposición para escuchar? Ponga eso delante del Señor hoy, y pídale que derribe todas las barreras.

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Ps. C. Stanley 

domingo, 25 de septiembre de 2016

Domingo: LA ESENCIA DE NUESTRO TESTIMONIO (1 Corintios 1:22-24)

LA ESENCIA DE NUESTRO TESTIMONIO

1 Corintios 1:22-24
22 Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría;
23 pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura;
24 mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.

Los testimonios que no mencionan la cruz carecen de poder. Por nuestro intento de evangelizar “amigablemente”, a veces tratamos de hacer más atractivo el evangelio, suavizándolo. Pero la cruda verdad es que Jesucristo murió por nuestros pecados.

Para dar un testimonio efectivo, debemos confrontar a los no creyentes con su deuda de pecado y decirles que Jesús dio su vida para pagarla del todo. Pero decir trivialidades es más fácil que hacer una presentación planificada del evangelio. Por ejemplo, la siguiente declaración es verdadera y agradable: “Serás salvo si recibes a Jesús como Salvador”. El problema es que no enseña los pasos concretos a la salvación. Un buen testimonio debe contener tres puntos: una descripción de quién es Jesús, una explicación del único plan de salvación de Dios, y lo que debe creer y hacer una persona para recibir a Cristo.

Es verdad que uno puede ser salvo sin comprender totalmente el papel de la cruz, pero el nuevo creyente comenzará mucho mejor su peregrinación espiritual si conoce la fuente de su salvación. Irónicamente, evangelizamos amigablemente de verdad cuando ofrecemos el panorama concreto del cristianismo, en vez de decir una cosa que es cierta, pero trivial.

Nuestra sociedad se vuelve cada vez más ignorante en cuestiones de la Biblia. Eso significa que las personas con las cuales usted tendrá la oportunidad de anunciarles el evangelio sabrán poco de Jesús; usted puede ser la única persona que conozcan con un verdadero conocimiento de la Palabra de Dios. Ore y aparte tiempo para preparar un mensaje que sea instructivo y que esté enfocado en la cruz. Después, ¡salga a hacer discípulos para Cristo!

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Ps. C. Stanley 

sábado, 24 de septiembre de 2016

Sábado: LA ESENCIA DE NUESTRA FE (Gálatas 2.15, 16)

LA ESENCIA DE NUESTRA FE

Gálatas 2.15, 16
15 Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles,
16 sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.

Pablo creía que nada merecía que se jactara, excepto de la cruz (“Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo.”, Gá 6.14). Y tenía una buena razón para pensar así, porque todo el plan divino de salvación depende de un tosco madero. Nuestra relación con el Padre celestial es posible gracias a la muerte expiatoria de Jesús. Por su sangre, somos justificados; somos libres de la culpa y del castigo por el pecado.

Gálatas 2.16 dice: “sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo”; es decir, una vida limpia por sí sola no puede hacerse merecedora de la aceptación de Dios. Sin embargo, algunos incrédulos que rechazan el mensaje de la cruz ponen su confianza en una “balanza” cósmica. Confían en que el Señor pesará sus buenas acciones contra las malas, y que Él quedará satisfecho.

Pero, si esta filosofía de la balanza fuera cierta, la muerte de Jesús no tendría sentido. Un Padre que aceptara diversos caminos para lograr la salvación, y que, aun así, sacrificó a su Hijo, no podría ser llamado bueno. Las personas pasan por alto este claro razonamiento, aferrándose a sus ideas.

El problema es el orgullo. Puesto que es natural desear ser aceptado, las personas quieren creer que algo dentro de ellos es digno de ser amado. Pero la cruz exige que nos postremos ante Dios con las manos vacías.

Cuando reconocemos con humildad que no podemos pagar nuestra deuda de pecado, tenemos que aceptar el pago que Jesús hizo a favor nuestro.

No tenemos nada que ofrecerle a Dios, pero la verdad es que Él no espera nada. El Padre celestial creó un plan de salvación que limpia la mancha de nuestro pecado y nos reconcilia con Él. 
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Ps. C. Stanley

viernes, 23 de septiembre de 2016

Viernes: LA DISCIPLINA ESPIRITUAL DEL AYUNO (Hechos 13.1-3)

LA DISCIPLINA ESPIRITUAL DEL AYUNO

Hechos 13.1-3
1 Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo.
2 Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado.
3 Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.


El ayuno tiene dos componentes importantes. Uno es la privación de alimentos o actividades, lo que elimina las distracciones. El otro es la atención total a Dios, que permite la conexión con Él a un nivel más profundo.

Daniel vivía bajo cautiverio en Babilonia cuando leyó la promesa de Dios de liberar a los israelitas después de cierto tiempo. Entonces buscó sinceramente al Señor mediante la oración y el ayuno (Dn 9.2, 3). Luego, por medio del ángel Gabriel, Dios le dio una mayor comprensión de lo que había prometido antes.

Dn 9.2, 3
2 en el año primero de su reinado, yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años.
3 Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza.

La Biblia tiene también otros ejemplos. Cuando el rey Josafat se enteró de que un poderoso ejército venía a atacarlo, llamó a toda Judá a reunirse y a ayunar (2 Cr 20.1-4). Dios le dio aliento y fuerzas para enfrentar al ejercito enemigo. Ayunar fue también parte de la preparación de la iglesia primitiva para elegir a sus primeros misioneros. El Espíritu Santo dirigió el envío de Bernabé y Saulo a la obra (“Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado.”, Hch 13.2).

2 Cr 20.1-4
1 Pasadas estas cosas, aconteció que los hijos de Moab y de Amón, y con ellos otros de los amonitas, vinieron contra Josafat a la guerra.
2 Y acudieron algunos y dieron aviso a Josafat, diciendo: Contra ti viene una gran multitud del otro lado del mar, y de Siria; y he aquí están en Hazezon-tamar, que es En-gadi.
3 Entonces él tuvo temor; y Josafat humilló su rostro para consultar a Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo Judá.
4 Y se reunieron los de Judá para pedir socorro a Jehová; y también de todas las ciudades de Judá vinieron a pedir ayuda a Jehová.

 
Ayunar no nos da una respuesta más rápida de Dios, ni tampoco es para convencerlo de que siga nuestro plan. Lo que hace es ayudarnos a ver nuestra situación a través de sus ojos, y a obedecer lo que discernimos. A veces, he buscado al Señor para tener su perspectiva de lo que estoy haciendo. Ayunar me ha ayudado a tener su visión en cuanto a mi vida y mi trabajo.

Ayunar implica el deseo intenso de escuchar a Dios, un período de tiempo para conectarse con Él, y la disposición de abstenernos de comida o alguna actividad. Si esta idea le intimida, recuerde que el propósito del ayuno es prepararle para que pueda acercarse más a Dios y recibir su aliento y dirección.

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Ps. C. Stanley

jueves, 22 de septiembre de 2016

Jueves: LA EXCELENTE PRÁCTICA DEL AYUNO (Nehemías 1.1-11)

LA EXCELENTE PRÁCTICA DEL AYUNO

Nehemías 1.1-11
1 Palabras de Nehemías hijo de Hacalías. Aconteció en el mes de Quisleu, en el año veinte, estando yo en Susa, capital del reino,
2 que vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos varones de Judá, y les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén.
3 Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego.
4 Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos.
5 Y dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos;
6 esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y noche, por los hijos de Israel tus siervos; y confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado.
7 En extremo nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés tu siervo.
8 Acuérdate ahora de la palabra que diste a Moisés tu siervo, diciendo: Si vosotros pecareis, yo os dispersaré por los pueblos;
9 pero si os volviereis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, aunque vuestra dispersión fuere hasta el extremo de los cielos, de allí os recogeré, y os traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre.
10 Ellos, pues, son tus siervos y tu pueblo, los cuales redimiste con tu gran poder, y con tu mano poderosa.
11 Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu nombre; concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón. Porque yo servía de copero al rey.


El hermano de Nehemías llegó de Judá con malas noticias: los israelitas que vivían en Jerusalén estaban angustiados. Al enterarse de su sufrimiento, Nehemías ayunó y oró al Señor durante varios días. Durante ese tiempo, descubrió que Dios quería que pidiera ayuda al rey de Persia.

Ayunar es una disciplina espiritual que nos ayuda a centrar nuestra atención en el Señor y descubrir su voluntad para que podamos actuar conforme a ella. Las personas ayunan de diversas maneras: algunas evitan consumir alimentos, mientras que otras se abstienen de ciertas actividades. El período de tiempo puede variar también. Pero el enfoque en cada caso debe ser el mismo: buscar a Dios y descubrir su voluntad.

Cuando nos privamos de ciertas cosas suceden varias cosas. Primero, el Espíritu Santo nos ayuda a dejar de lado los asuntos terrenales. Las relaciones, el trabajo y el placer ocupan un lugar secundario al concentrarnos en Dios y sus propósitos. Segundo, nuestra atención se desplaza de nosotros al Señor. Nuestra manera de pensar se vuelve más clara, y nuestra capacidad para entender los planes de Dios se agudiza, porque no estamos distraídos en otras cosas. Tercero, el Señor nos limpia espiritualmente. Su Espíritu nos convence de alguna actitud o conducta pecaminosas. Después de confesar nuestro pecado, somos perdonados y limpiados (“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”, 1 Jn 1.9).

Cuando nos lleguen noticias inesperadas, como a Nehemías, es posible que nos preocupemos. Él sabiamente buscó al Señor mediante el ayuno y la oración. Esta excelente práctica puede ayudarnos también a escuchar con claridad a nuestro Padre celestial y a enfrentar cada situación. 
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Ps. C. Stanley


miércoles, 21 de septiembre de 2016

Miércoles: EL NOMBRE QUE ES SOBRE TODO NOMBRE (Filipenses 2.5-11)

EL NOMBRE QUE ES SOBRE TODO NOMBRE

Filipenses 2.5-11
5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;
8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;
11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.


Darle nombre a un niño era un gran acontecimiento para una familia hebrea. Esta se esmeraba en el proceso de elegir un nombre; a veces escogía uno que tenía un significado especial para uno de los padres. Por ejemplo, Lea escogió el de “Judá” para su cuarto hijo, diciendo: “Esta vez alabaré a Jehová” (Gn 29.35). A veces, un rasgo advertido en la personalidad del bebé decidía su nombre. Génesis 25.26 narra que este fue el caso de Jacob (“el que suplanta”).

Para otros, el nombre dado en el momento de nacer simboliza lo que la persona es. En el mundo antiguo, esto era deliberado. Aun hoy las personas asocian de modo subconsciente los rasgos del carácter y las experiencias, con los nombres. Todos esperamos que cuando los demás escuchen nuestro nombre, ¡piensen en algo bueno antes que una cosa que los asuste!

María y José tuvieron una experiencia muy diferente a la de los otros padres judíos. En vez de ser ellos quienes eligieran el nombre, un ángel les dijo cómo debía llamarse el niño (“Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.”, Mt 1.21). El Padre celestial eligió el nombre terrenal de su Hijo para representar su propósito al venir al mundo. Vendrá el día cuando la simple mención del nombre “Jesús” hará que toda rodilla se doble, y toda lengua confiese que Él es el Señor (Fil 2.10).

La forma hebrea de Jesús significa “salvación” o “Él salva”. Cristo es llamado de muchas maneras: Señor, Emanuel, Maestro, Sumo Sacerdote, etc. Pero el nombre que le fue dado cuenta su historia. Vino para salvar al mundo del pecado. ¡No es de extrañarse que Dios le diera un nombre que es sobre todo nombre! 

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Ps. C. Stanley