domingo, 31 de julio de 2016

Domingo: COMPRENDER LA BONDAD DE DIOS (Salmo 31.19-24)

COMPRENDER LA BONDAD DE DIOS
19 ¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen, Que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres!
20 En lo secreto de tu presencia los esconderás de la conspiración del hombre; Los pondrás en un tabernáculo a cubierto de contención de lenguas.
21 Bendito sea Jehová, Porque ha hecho maravillosa su misericordia para conmigo en ciudad fortificada.
22 Decía yo en mi premura: Cortado soy de delante de tus ojos; Pero tú oíste la voz de mis ruegos cuando a ti clamaba.
23 Amad a Jehová, todos vosotros sus santos; A los fieles guarda Jehová, Y paga abundantemente al que procede con soberbia.
24 Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová, Y tome aliento vuestro corazón.

Muchas veces se escucha decir a la gente: “¡Dios es bueno!”  cuando todo va bien, pero luego dudan de su benevolencia cuando las bendiciones que vislumbran no se materializan. Porque solo Dios es bueno, solo Él puede determinar con precisión qué es lo mejor para cada persona. Su bondad se expresa con mucho más que la simple provisión de dinero, salud y seres queridos. Algunos de sus dones son experiencias que nunca elegiríamos, pero el Señor sabe que las necesitamos para poder crecer en fe, obediencia y perseverancia. Reflexione en las siguientes expresiones de la bondad de Dios hacia nosotros.

Disciplina amorosa. Como el amor de Dios es incondicional, Él nos corrige cuando nos negamos a obedecerlo. El proceso es doloroso, pero el resultado es el “fruto apacible de justicia” ("Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.", He 12.11).

Limitaciones sabias. Satanás ofrece un mundo de cosas y oportunidades que parecen prometer felicidad, pero al final nos alejan de Dios. Con gran sabiduría, el Señor nos niega amorosamente estas cosas que resultan perjudiciales para nuestra vida espiritual.

Sufrimiento provechoso. Dios sabe qué experiencias purificadoras necesitamos para llegar a ser fructíferos y útiles en su reino. Lo que nos parece un valle de lágrimas es el valle de preparación de Dios para la santidad y el servicio.

Puede ser tentador interpretar el carácter de Dios a partir de nuestras circunstancias. Si la evidencia nos obliga a dudar de su bondad, debemos recordar que, si bien sus regalos vienen en diferentes envoltorios, son siempre beneficiosos. Como dice el Salmo 34.8: “Gustad, y ved que es bueno Jehová”.

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Ps. C. Stanley

sábado, 30 de julio de 2016

Sábado: EL ESPÍRITU SANTO Y LA LLENURA DEL CREYENTE (Efesios 5.15-21)

EL ESPÍRITU SANTO Y LA LLENURA DEL CREYENTE

Efesios 5.15-21
15 Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios,
16 aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.
17 Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor.
18 No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu,
19 hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones;
20 dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
21 Someteos unos a otros en el temor de Dios.


Todo creyente en Cristo tiene frente a sí una decisión trascendental. Dios ha dado a cada uno la responsabilidad de elegir quién gobernará su vida. El Espíritu Santo habita en los cristianos y los sella en el momento que son salvos, pero ser llenos del Espíritu, es decir, ser controlados por Él es opcional.

Desde el momento en que somos salvos, el Espíritu de Dios jamás nos dejará ("Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré;", He 13.5); pero al negarnos a someter a su autoridad cada aspecto de nuestra vida, limitamos su obra en y a través de nosotros. El Espíritu Santo no anulará nuestra voluntad, sino que esperará que seamos nosotros quienes lo elijamos a Él.

El Señor quiere que usted tenga su poder para vencer el pecado, convertirse en la persona para lo cual la creó, y realizar la obra que Él le ha llamado a hacer. La llenura del Espíritu es su provisión para esta clase de vida sobrenatural. Sin esta plenitud, la vida cristiana estará plagada de derrotas.

Dios quiere motivarnos para que deseemos tener su llenura, y usará diferentes métodos para ello. A veces, pone en nuestros corazones el anhelo de tener más intimidad con Él. Otras veces, utiliza la sensación de incompetencia y fracaso que surge al tratar de salir adelante por nuestras propias fuerzas. Incluso, usa el ejemplo de otros creyentes llenos del Espíritu para llevarnos a desear tener lo que ellos tienen.

El Espíritu Santo promete llenar al creyente que esté dispuesto a rendirle a Dios cada parte de su vida. Esto no se produce de manera instantánea; es un proceso gradual. Cuando el Señor le revele algún aspecto que usted ha estado tratando de controlar, ríndalo a Él, y permita que Dios le llene con su Espíritu.

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Ps. C. Stanley

viernes, 29 de julio de 2016

Viernes: EL JOVEN RICO (Lucas 18.18-23)

EL JOVEN RICO
Lucas 18.18-23
18 Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
19 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios.
20 Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás;no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.
21 Él dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud.
22 Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
23 Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico.

Tres de los cuatro evangelios contienen el relato del joven que hizo una pregunta muy importante a Jesús: “¿Qué haré para heredar la vida eterna?” (Lc 18.18). Era un líder muy rico, y se consideraba un hombre de gran moralidad porque había guardado los mandamientos de Dios.

Pero se conducía bajo la falsa suposición de que realizar buenas obras hace a una persona digna de la salvación. Le preguntó a Jesús qué más tendría que hacer para asegurar su lugar en el cielo, además de todas las cosas buenas que ya había realizado.

Esto es lo que se llama “el gran engaño” —la falsa creencia de que la vida eterna puede ganarse con nuestros esfuerzos. Si damos crédito a esta mentira, entonces no entendemos el problema de nuestro pecado, y de cómo nos separa de Dios. La Biblia nos dice que hemos heredado una naturaleza pecaminosa a partir del primer hombre ("Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.", Ro 5.12). Desde entonces, la humanidad ha estado en rebeldía contra el Señor y bajo el juicio divino. No hay nada que podamos hacer para pagar por nuestro pecado.

Si este fuera el final de la historia, seríamos seres sin esperanza. Pero la buena noticia es que el Padre celestial reconoció nuestra difícil situación, y misericordiosamente nos facilitó el camino al cielo ("Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.", Jn 14.6).

Cuando Dios nos hizo a su imagen, nos creó para vivir eternamente. Por eso, aunque nuestro cuerpo terrenal perecerá, nuestro espíritu no morirá jamás. La pregunta acerca de la vida eterna es importante, ya que pasaremos la eternidad, bien sea con Dios en el cielo, o bien en un estado insufrible, separados para siempre de Él (Mt 25.34, 41).

Mt 25.34, 4134 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis;
36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.
37 Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?
38 ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos?
39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?
40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.
41 Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.

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Ps. C. Stanley

jueves, 28 de julio de 2016

Jueves: LA FIDELIDAD DE DIOS A TRAVÉS DEL TIEMPO (Deuteronomio 7.8-10)

LA FIDELIDAD DE DIOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

Deuteronomio 7.8-10
8 sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con mano poderosa, y os ha rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón rey de Egipto.
9 Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones;
10 y que da el pago en persona al que le aborrece, destruyéndolo; y no se demora con el que le odia, en persona le dará el pago. Dios es el Único que jamás defrauda. Desde el comienzo del tiempo, su Palabra se ha mantenido fiel. Cada profecía es una promesa que ha sido o será cumplida.

Tal vez las más grandiosas de estas profecías fueron las referentes al Mesías, cuya venida había anhelado el pueblo de Dios a lo largo de los siglos. Muchos profetas hablaron acerca del Ungido (2 S 7.12-16; "Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.", Is 7.14; "Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.", 9.6; "Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.", Dn 9.25; "Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad.", Mi 5.2). Aunque no hubo ninguna profecía más sobre este tema durante los cuatro siglos previos al nacimiento de Cristo, cuando llegó el tiempo señalado, Jesús vino para reconciliar a la humanidad con el Padre.
12 Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino.
13 El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino.
14 Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres;
15 pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti.
16 Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente.

Seguramente la gente debió haberse preguntado si el Salvador vendría alguna vez. Después de todo, 400 años es mucho tiempo para esperar sin ninguna palabra. Pero, como lo demuestra la historia, Dios nunca incumple sus promesas. Él es fiable, aunque su cronograma sea diferente a nuestras expectativas.

Sabiendo esto, podemos leer con confianza las seguridades que se encuentran en las Escrituras. Por ejemplo, si creemos en Jesús como nuestro Señor y Salvador y decidimos obedecerle, la Biblia promete que seremos salvos. Podemos estar seguros de que hemos sido perdonados y redimidos. Es más, nada puede separarnos del amor de Dios (Ro 8.38, 39), y podemos confiar en que Él dará todo lo necesario para cumplir su propósito en nuestra vida.
38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Estos son solo tres promesas fundamentales; la Palabra de Dios contiene muchas más. Medite acerca de la fidelidad de Dios durante los tiempos bíblicos y en su propia vida, y entienda que Él también será fiel en el futuro.

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Ps. C. Stanley

miércoles, 27 de julio de 2016

Miércoles: NUESTRO PADRE FIEL (2 Timoteo 2.11-13)

NUESTRO PADRE FIEL

2 Timoteo 2.11-13
11 Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él;
12 Si sufrimos, también reinaremos con él; Si le negáremos, él también nos negará.
13 Si fuéremos infieles, él permanece fiel; El no puede negarse a sí mismo.


Todos experimentamos momentos en los que sentimos que las circunstancias son insoportables, que las oraciones no tienen respuesta, y que Dios parece distante. Cuando eso sucede nos preguntamos si Él es el mismo en quien creímos una vez. En momentos como esos, la fe se tambalea en algunas personas, pero se fortalece en otras. ¿Qué es lo que puede causar respuestas tan contrarias ante el sufrimiento?

La respuesta dependerá simplemente de la comprensión y la confianza que tengamos de la fidelidad de Dios. Él siempre se mantiene fiel a sus promesas, y Él es ciento por ciento fiable. En otras palabras, podemos confiar en nuestro Dios todopoderoso, sea cual sea nuestra situación.

Nuestra comprensión de Dios se relaciona con este concepto. ¿Confiamos en Él lo suficiente como para obedecer, aunque hacerlo parezca absurdo? ¿Estamos tan seguros de que Él escucha y contesta la oración, que acudimos regularmente a su trono, aunque no veamos una respuesta inmediata? ¿Estamos cada día sacrificando nuestros deseos y estilo de vida egoístas, porque creemos su promesa de eternidad, dicha y paz? Si las respuestas son “no”, eso puede indicar una deficiente comprensión del carácter de Dios. Es por eso que leer la Biblia es tan importante; por sus incontables ejemplos de las características de nuestro Padre celestial, aprendemos quién es Él y nuestra confianza sigue creciendo.

Felizmente, la fidelidad del Señor no depende de nuestras circunstancias, sentimientos, ni de nuestra fidelidad a Él. Nuestro Padre celestial es fiel a su Palabra y a sí mismo.

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Ps. C. Stanley

martes, 26 de julio de 2016

Martes: NUESTRAS PRUEBAS (1 Pedro 1.3-9)

NUESTRAS PRUEBAS

1 Pedro 1.3-93 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos,
4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros,
5 que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.
6 En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas,
7 para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo,
8 a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso;
9 obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas.
Algunas personas tienen una idea equivocada acerca de la vida cristiana. Después de aceptar a Jesucristo, esperan que todo sea color de rosa. Pero Él dejó en claro que los problemas son inevitables para los hijos de Dios. Su propia vida no fue una excepción: soportó falsas acusaciones, el rechazo de su propio pueblo y la traición de un amigo cercano —para nombrar apenas unos pocos.

Como sus seguidores, podemos esperar dificultades. La causa de la tribulación será diferente con cada circunstancia. Algunas surgen por la naturaleza caída del mundo, mientras que otras son el resultado de la guerra satánica. Y nosotros podemos ser los causantes de nuestro sufrimiento por la ignorancia, el pecado y las malas decisiones. También hay otra posibilidad: a veces Dios pone pruebas. Aunque esta última opción es difícil de aceptar durante un momento doloroso, el Señor nunca envía el sufrimiento, a menos que tenga un propósito hermoso. Y Él da las fuerzas para soportar.

Recuerde que Dios permite los problemas para nuestro beneficio. Quizás sean para purificarnos y hacernos crecer para un servicio mayor. Tal vez tiene en mente poner a prueba nuestra confianza en Cristo y la devoción a Él, lo que robustece nuestra confianza. O podría estar revelando su poder sustentador. En este mundo nunca sabremos la razón de cada problema, pero podemos confiar en la capacidad de Dios para rescatarnos y madurarnos.

¿Qué pruebas está enfrentando? Jesús entiende su dolor y anhela ser Aquel a quien usted se aferre. Puede elegir buscar ayuda en otra parte o utilizar su aflicción como una fuente de crecimiento. No importa lo dolorosa que parezca la prueba, no desaproveche la oportunidad que le ofrece.

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Ps. C. Stanley

lunes, 25 de julio de 2016

Lunes: LA REPUESTA A LAS PRUEBAS (1 Pedro 4.12-19)

LA REPUESTA A LAS PRUEBAS

1 Pedro 4.12-19
12 Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese,
13 sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.
14 Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado.
15 Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno;
16 pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello.
17 Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?
18 Y: Si el justo con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador?
19 De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien.

Cuando usted enfrenta una prueba, ¿cuál es su primer impulso? Posiblemente le gustaría huir lo más rápido posible para escapar de ella. Aunque este es un sentimiento normal, Dios lo ve de manera diferente.

No son las pruebas en la vida las que nos fortalecen o nos destruyen, sino nuestra respuesta a las mismas. ¿Cómo debemos, entonces, responder ante las dificultades abrumadoras?

Primero, Confiar en Dios. Creer su Palabra y pensar en cómo ha sido fiel en el pasado. Él nos asegura que le pone un límite a nuestras pruebas, y que nos da las fuerzas para soportar.

Segundo, Perseverar. Aunque no entendamos, y el dolor parezca demasiado grande, no debemos claudicar. Siga buscando al Señor por medio de su Palabra y la oración. Aférrese a la esperanza en Cristo, y alábele en medio del dolor.

Tercero, Recordar que Dios tiene el control. Él permite la adversidad por alguna razón, y mostrará su poder sustentador a través de ella. Aunque el dolor puede ser intolerable, el Señor nos sacará con bien. La Biblia compara nuestro desarrollo con el oro, que es refinado por el fuego ("para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo,", 1 P 1.7). A menudo, escucho a creyentes reflexionar sobre un momento difícil, y reconocer que, a pesar del intenso dolor, no cambiarían la situación. Ven lo hermoso que Dios hizo a través de la prueba, y comprenden su valor.

Encontraremos dificultades, a veces pruebas intensas y dolorosas que parecerán ser demasiado para nosotros. Pero podemos confiar en que nuestro Padre celestial nos salvará y desarrollará. Él no nos exige que soportemos las pruebas por nuestra cuenta, sino que respondamos con confianza en Él.

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Ps. C. Stanley 

domingo, 24 de julio de 2016

Domingo: ¿PORQUE DUDAMOS DE NUESTRA SALVACIÓN? (Juan 10.28)

¿PORQUE DUDAMOS DE NUESTRA SALVACIÓN?

Juan 10.28
28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.

Si usted ha puesto su fe en Cristo, pero sigue dudando de su salvación, entonces tiene una vida desorientada. Las áreas clave de la fe comienzan a desmoronarse, y está limitando la acción del Espíritu Santo en usted y por medio de usted. Es imposible tener una vida llena del Espíritu efectiva y con poder, si siempre se está preguntando si es salvo. ¿Por qué los creyentes tienen dudas tan a menudo? Veamos cinco razones principales:

1. El pecado. Cuando una persona vive en desobediencia, sus oraciones se ven obstaculizadas, al igual que su comprensión de los conceptos espirituales. Es comprensible, por tanto, que el pecado confunda los pensamientos de un creyente en cuanto a su salvación.

2. La falsa enseñanza. Si usted ha sido enseñado que la salvación depende de las buenas obras, entonces ha sido engañado.

3. El énfasis excesivo en las emociones. Con mucha frecuencia, la experiencia de ser salvo está ligada a una “subida emocional”. Esto lleva a muchos a dudar de su salvación en un “bajón emocional”.

4. La incredulidad. Hechos 16.31 dice claramente: “Cree en el Señor Jesús, y serás salvo”. Si usted ha hecho esta confesión, entonces es salvo. Dudar de esta afirmación significa que no ha sido capaz de creer lo que Dios dice.

5. El ataque satánico. El propósito del enemigo es alejarnos de Dios. Una de sus tácticas más efectivas es hacer que cuestionemos nuestra identidad en Cristo.

Si usted duda de su salvación, examine su corazón. ¿Algunas de estas falsedades están carcomiendo su fe? Permita que el Señor le fortaleza con su amor —y con la verdad de su salvación.

sábado, 23 de julio de 2016

Sábado: EL PROPÓSITO DE DIOS AL HABLARNOS (1 Corintios 2.9-14)

EL PROPÓSITO DE DIOS AL HABLARNOS

1 Corintios 2.9-14
9 Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman.
10 Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.
11 Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.
12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido,
13 lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.
14 Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.

Cada vez que el Señor nos habla, va directamente al grano. No le da vueltas al asunto, nada de hablar solo por hablar. Dios siempre tiene algo específico que decir y su mensaje habla de manera directa a nuestras necesidades.

Por tanto, si el Señor tiene algo importante que decir, y si es vital para suplir una necesidad profunda en nuestra vida, tenemos que preguntarnos: ¿Cuál es el propósito fundamental de Dios al hablarme? ¿Qué quiere Él que yo haga?

Primero, Dios habla para que podamos comprender la verdad. Él quiere que entendamos su mensaje, y lo asimilemos profundamente en nuestro corazón y mente.

Segundo, Dios habla para que podamos ser conformados a la verdad. El simple conocimiento de los principios bíblicos no es suficiente; tenemos que aplicarlos a nuestras circunstancias y vivir con fe.

Tercero, Dios nos habla para que podamos comunicar la verdad. Si algo es verdadero, entonces también lo es para todo el mundo, en todas partes y todo el tiempo. Por tanto, no es suficiente escuchar los principios bíblicos y aplicarlos solo a nuestra vida; debemos también compartir con otros esa información transformadora de vida.

¿Cómo puede usted entender mejor la verdad bíblica? ¿Cómo puede aplicar más productivamente los principios de Dios a su vida? ¿Cómo puede compartirlos mejor con otros? El Señor nos hará responsables de nuestras respuestas. Ábrase a su mensaje hoy, y obedezca todo lo que el Espíritu Santo le diga.

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Ps. C. Stanley

viernes, 22 de julio de 2016

Viernes: LA AYUDA A LOS NECESITADOS (Lucas 10.25-37)

LA AYUDA A LOS NECESITADOS

Lucas 10.25-37
25 Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?
26 El le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
27 Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.
29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
30 Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
31 Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.
32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.
33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia;
34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.
35 Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
37 El dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.

En Mateo 22.39 ("Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo."), Jesús nos dice que el segundo mandamiento más grande es amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Nuestro amor por los familiares, amigos, vecinos y hermanos de la iglesia se demuestra mejor cuando llevamos sus cargas tal como lo hizo Cristo. Pero el Señor no solo tomó sobre Él en la cruz nuestra deuda de pecado; también fue partícipe de los sufrimientos de quienes buscaban su ayuda, como el ciego Bartimeo ("Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando.", Mr 10.46), la mujer sorprendida en adulterio (Jn 8.3-11 | ver texto al final) y los oprimidos por demonios ("Y se difundió su fama por toda Siria; y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó.", Mt 4.24). 

Jesús no hace diferencia entre los que Él ama y las cargas que llevará por ellos.
Muchas veces nos sentimos tentados a ser selectivos al decidir a quiénes ayudar, pero de acuerdo al ejemplo de Jesús no podemos llevar las cargas de alguien basándonos en si la persona ha vivido a la altura de las normas que hemos establecido. Hay personas que nunca se vestirán como nosotros o que nunca alcanzarán nuestro nivel académico ni económico. Pero esas mismas personas pueden estar sufriendo y tener necesidad de que alguien las ayude a sobrellevar sus dificultades. Por eso, una sincera expresión nuestra del amor de Dios puede transformar la vida de una persona abrumada por los problemas.

Aunque sabemos que aliviar las cargas de alguien cumple con la ley de Cristo, muchas veces le pasamos esa responsabilidad al pastor. Pero el Señor quiere algo diferente para sus hijos. Nuestras experiencias personales nos preparan para ayudar de maneras que el pastor, quien a su vez tiene experiencias diferentes, no podría. Pídale a Dios que le ayude a saber cómo ayudar a los que están cerca de usted llevando alguna carga.

Jn 8.3-11
3 Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio,
4 le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio.
5 Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?
6 Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo.
7 Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.
8 E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra.
9 Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.
10 Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?
11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.

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P. C. Stanley 

jueves, 21 de julio de 2016

Jueves: PARA VENCER EL DESÁNIMO (Nehemías 2.1-8)

PARA VENCER EL DESÁNIMO 

Nehemías 2.1-8
1 Sucedió en el mes de Nisán, en el año veinte del rey Artajerjes, que estando ya el vino delante de él, tomé el vino y lo serví al rey. Y como yo no había estado antes triste en su presencia,
2 me dijo el rey: ¿Por qué está triste tu rostro? pues no estás enfermo. No es esto sino quebranto de corazón. Entonces temí en gran manera.
3 Y dije al rey: Para siempre viva el rey. ¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego?
4 Me dijo el rey: ¿Qué cosa pides? Entonces oré al Dios de los cielos,
5 y dije al rey: Si le place al rey, y tu siervo ha hallado gracia delante de ti, envíame a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la reedificaré.
6 Entonces el rey me dijo (y la reina estaba sentada junto a él): ¿Cuánto durará tu viaje, y cuándo volverás? Y agradó al rey enviarme, después que yo le señalé tiempo.
7 Además dije al rey: Si le place al rey, que se me den cartas para los gobernadores al otro lado del río, para que me franqueen el paso hasta que llegue a Judá;
8 y carta para Asaf guarda del bosque del rey, para que me dé madera para enmaderar las puertas del palacio de la casa, y para el muro de la ciudad, y la casa en que yo estaré. Y me lo concedió el rey, según la benéfica mano de mi Dios sobre mí.

El desánimo puede robarnos paz, alegría y optimismo. Pero le tengo una gran noticia si se siente desanimado: ¡No tiene que seguir así!

Hay personas que parecían estar en una situación irremediable. Pero años más tarde, estaban en una situación excelente, ya fuera en términos de sus circunstancias o de sus emociones. ¿La razón? Nunca se dieron por vencidas. En vez de entregarse a la autocompasión, optaron por creerle a Dios, dar un paso de fe y salir del foso emocional.

Nehemías es un buen ejemplo. Tenía todas las razones para sentirse derrotado, ya que su pueblo estaba mal. Después de recibir la noticia de que el muro de la ciudad estaba destruido, este varón de Dios se sintió muy triste y desanimado. Pero hacerlo era peligroso, porque estar triste en presencia del rey se castigaba con la muerte.

Aunque el dolor inundaba su alma, Nehemías no se permitió quedarse en ese estado. Clamó a Dios por dirección, y Él le respondió con un poder maravilloso, haciendo que el rey notara el semblante triste de su siervo, y le preguntara qué podía hacer para ayudarlo. Este milagro llevó a la reconstrucción del muro y al rescate del pueblo de Dios.

El Señor puede tomar una situación irremediable, sea cual sea, y cambiarla de maneras mucho más maravillosas de lo que usted pueda imaginar. ¿Espera usted con ilusión lo que hará el Señor? ¿O ha decidido permanecer en la profundidad de la desesperación? Al igual que Nehemías, convierta su desánimo en una petición de ayuda a Dios. Él puede renovar sus esperanzas y evitar que las emociones negativas dominen su vida.

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P. C. Stanley 

miércoles, 20 de julio de 2016

Miércoles: LA TRAMPA DEL DESÁNIMO (Habacuc 1.2)

LA TRAMPA DEL DESÁNIMO 

Habacuc 1.2
2 ¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás?

¿Se siente atrapado por el desánimo? Si es así, no es el único. 
En algún momento, a todos se nos frustran las esperanzas. La desilusión es la reacción inicial normal. Pero si perdura durante mucho tiempo, puede convertirse en desánimo. Cuando eso sucede, no hay ninguna sensación de gozo o satisfacción, no importa lo que usted haga.

Las circunstancias que dan lugar a estas emociones pueden ser inevitables, pero la manera de responder la decidimos nosotros. Podemos dejar que la tristeza abrume nuestra alma, o enfrentar la situación con valentía y traerla a Aquel que puede ayudarnos.

Vivir con desánimo divide la mente, haciendo difícil enfocarse en algo que no sea nuestra aflicción. Entonces la ira nos invade, y buscamos a alguien a quien culpar —ya sea a Dios, a otras personas, o a nosotros mismos.

La frustración manejada incorrectamente puede convertirse en desesperación, la cual, a su vez, puede alejarnos de los demás —la gente no disfruta de la compañía de alguien amargado y derrotado. Este aislamiento conduce a baja autoestima. Por último, podemos tomar decisiones equivocadas basadas en nuestros sentimientos y emociones, en vez de la verdad. Obviamente, elegir esta actitud autodestructiva no es lo que Dios quiere para nosotros.

Aunque todos enfrentamos la decepción de vez en cuando, los creyentes no debemos sumirnos en ella. En vez de eso, Dios quiere que le confiemos todo —aun nuestras expectativas no satisfechas y las tristezas más profundas. Recuerde que hay un propósito divino en todo lo que Él permite que toque la vida de sus hijos ("Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.", Ro 8.28).

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P. C. Stanley 

martes, 19 de julio de 2016

Martes: AL TOMAR EL YUGO DE CRISTO (1Pedro 5.6-11)

AL TOMAR EL YUGO DE CRISTO

1 Pedro 5.6-11
7 echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.
8 Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;
9 al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.
10 Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.
11 A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.

Dar nuestra carga al Señor para tomar su yugo puede sonar como una contradicción. Pero el yugo de Cristo no es otro tipo de carga. En realidad, es un símbolo de la transformación del creyente: someter nuestra carga al Señor significa necesariamente someter también a Él nuestra vida.

La única manera en que Cristo puede llevar nuestra carga es teniendo el control de nuestra vida. Sin embargo, los seres humanos somos reacios a dejar que alguien tenga autoridad sobre nosotros. La ilusión de tener el control de nuestras circunstancias nos da una falsa sensación de seguridad. Pero la verdad es que si no le permitimos a Dios que controle nuestra vida, seremos controlados por nuestros problemas; siempre buscaremos la solución o el escape más rápido de lo que nos aflija.

Rendir el control significa que no podemos seguir confiando en nuestras técnicas de supervivencia, sino que debemos aprender a andar como Cristo por medio de la oración y la lectura de la Biblia. Cuando nuestros pasos están alineados con los de Él, nuestro yugo nuevo desplaza a sus hombros el peso de nuestros problemas.

Lo más importante que debemos aprender es a confiar en Dios. Si estamos seguros de que Él tiene un plan para nuestra vida, podemos confiar en que nuestra carga —ya sea un matrimonio con problemas, un hijo envuelto en drogas, o una difícil situación económica— no nos derrumbará. Salmo 55.22 dice: “[Jehová] no dejará para siempre caído al justo”, lo que significa que Él es fiel para llevar nuestro peso y enseñarnos a cuidar de quienes están siendo afectados por nuestra carga. Confiar en el Señor alivia nuestras cargas.

lunes, 18 de julio de 2016

Lunes: LA SEGURIDAD DE NUESTRA CONVERSIÓN (1 Juan 5.10-15)

LA SEGURIDAD DE NUESTRA CONVERSIÓN

1 Juan 5.10-15
10 El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.
11 Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.
12 El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.
13 Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.
14 Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.
15 Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.

Dios nos dio la Biblia para que podamos conocerle y vivir agradándole. El Señor desea que entendamos sus enseñanzas, y sepamos aplicarlas a nuestra vida. Sencillamente, Dios quiere que tengamos confianza plena en Él.

Pero tenemos un enemigo que trata de debilitar esa confianza en todo momento. Todos hemos pasado por eso —nos sentíamos gozosos y seguros de nuestra salvación y, de repente ¡bum! Pecamos, y nuestros sentimientos nos controlan. El diablo utiliza nuestro remordimiento y nuestros sentimientos para hacer mella en nuestra confianza. Pensamos: no es posible que yo sea salvo. Si realmente lo fuera, nunca habría hecho tal cosa. Abrumados por sentimientos de remordimiento y vergüenza, nos damos cuenta de que nuestra fe está bajo ataque.

Es increíble cuán efectivos pueden ser nuestros fugaces sentimientos para debilitar nuestra seguridad en cuanto a las promesas de Dios. Pero eso no debe sorprendernos. Después de todo, hemos sido condicionados con la idea incorrecta de que “debemos hacer lo que nos haga sentir bien”.

Pero el Señor no habla mediante los sentimientos; Él habla mediante la verdad. Cada vez que nuestras emociones contradigan la Palabra de Dios, debemos buscar en la Biblia la verdad. Para un creyente, “sentirse salvo” es tan irrelevante como lo es para un esposo o una esposa “sentirse casado(a)”. O lo está, o no lo está; los sentimientos no determinan esa realidad.

¿Le han robado sus sentimientos de remordimiento la confianza en la salvación eterna de Dios? Póngalos delante del Señor hoy, y acepte la seguridad que únicamente se encuentra mediante su verdad.

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Ps. C. Stanley 

domingo, 17 de julio de 2016

Domingo: LA LUCHA CON LA TENTACIÓN (1 Corintios 10.13)

LA LUCHA CON LA TENTACIÓN 

1 Corintios 10.13
13 No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.

No importa qué forma específica tome la tentación en nuestra vida, el enemigo utiliza bastante bien el mismo procedimiento para descarriarnos.

Primero, comenzamos a pensar en el objeto de nuestro deseo. Jugamos con él en nuestra mente, imaginando cómo nos sentiríamos si lo tuviéramos. Es curioso que sin importar cuántas bendiciones haya derramado Dios sobre nosotros, ¡solemos enfocarnos en lo que no tenemos! Debemos preguntarnos: ¿Será que el enemigo está tratando de desviar mi enfoque?

Recuerde que Satanás quiere alejarnos del Señor. Si puede lograr que quitemos nuestra mirada de Dios y fijemos nuestra atención en lo que sentimos que nos está haciendo falta, podrá tentarnos.

Luego, ese pensamiento crece hasta que finalmente da lugar al deseo abierto. Este intenso anhelo es la culminación de nuestras fantasías. Ya no estamos satisfechos con simplemente disfrutar del objeto en nuestra mente; ahora queremos tenerlo realmente.

Por último, el deseo lleva a una elección. Aquí es donde tomamos la decisión, ¿Cederé a este pecado, o lo rechazaré para someterme a la voluntad del Señor?
Gracias al poder del Espíritu Santo, tenemos la capacidad de apartarnos de la tentación. Nunca somos impotentes para neutralizar la situación, no importa que tan fuerte sea.

¿Se ha sentido usted incapaz alguna vez de detener una tentación en su vida? Entender la naturaleza de este proceso gradual puede ayudarle a mantenerse firme contra las tácticas del enemigo.

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Ps. C. Stanley

sábado, 16 de julio de 2016

Sábado: ¿QUÉ ES LA TENTACIÓN? (Mateo 26.41)

¿QUÉ ES LA TENTACIÓN?

Mateo 26.41
41 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.

Toda persona experimenta tentaciones, no importa qué tan espiritual sea o cuánto tiempo haya seguido a Cristo. A veces, esta experiencia es como un débil susurro; en otras ocasiones, es como un grito insoportable en la mente. Pero no importa cómo suene, usted sabe exactamente lo que se siente ser tentado.

La tentación es simplemente la incitación a llevar un deseo dado por Dios, más allá de los límites dados por Él. Muchas personas rechazan esta idea; se niegan a creer que las incitaciones que producen sentimientos de culpa tengan que ver remotamente con el Señor. Pero, piense en esto: ¿De qué manera se siente tentado con mayor frecuencia? ¿En lo material? ¿En lo sexual? ¿En desear estar rodeado de ciertas personas? ¿En comer? Todas estas son cosas que Dios no solamente creó, sino que también utiliza para bendecir a los suyos. El problema viene cuando nosotros —que todavía tenemos una naturaleza carnal— llevamos estos impulsos más allá de los límites sanos que Dios ha fijado para nuestra vida.

Por ejemplo, Él creó el sexo para el disfrute dentro de la relación matrimonial. Pero cuando este deseo divinamente aprobado es corrompido por la intimidad física fuera del matrimonio, entonces lo que el Creador diseñó se convierte en una fuente de culpa y vergüenza. Eso no fue lo que Dios diseñó.

Una de las principales estrategias del enemigo es distorsionar los impulsos dados por Dios. Pero usted puede frustrar ese ataque: recuérdese a sí mismo de dónde surgió el impulso, y luego pídale a Dios fortaleza para utilizarlo para su gloria, tal como fue la intención de Él.

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Ps. C. Stanley

viernes, 15 de julio de 2016

Viernes: ¿PUEDE USTED CONFIAR EN SU CONCIENCIA? (1 Timoteo 1.5-7)

¿PUEDE USTED CONFIAR EN SU CONCIENCIA?

1 Timoteo 1.5-7
5 Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida,
6 de las cuales cosas desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería,
7 queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman.

“Haga lo que le dicte su conciencia”. Esta pizca de sabiduría popular parece lógica, ya que nuestra conciencia está hecha para ayudarnos a discernir el bien del mal. Pero, no se puede confiar siempre en este radar interno como guía; ese es el caso de los que no tienen al Espíritu Santo para que les revele la verdad y les guíe a tomar decisiones atinadas. Y aunque los cristianos tenemos al Espíritu de Dios morando en nosotros, debemos tener cuidado de no vivir en pecado, ya que esto puede interferir en el funcionamiento de nuestro sensor moral.

Una conciencia fiable es aquella programada con la enseñanza bíblica. Los creyentes crean un sistema de radar espiritual firme y sensible al aplicar la verdad de Dios a su vida. Toman la decisión de pensar y actuar de maneras que honren y agraden al Señor. Entonces, cuando aparezcan pensamientos u opciones pecaminosas en ese radar, este enviará una advertencia clara.

La persona con una conciencia fiable tiene el deseo sincero de obedecer a Dios. No se conforma con lo que parezca estar o verse bien, sino que busca la voluntad del Señor. O sea, no se basa solo en su conciencia, sino que incorpora a su vida diaria todos los recursos del Espíritu Santo —entre ellos la Biblia y la oración.

La conciencia no fue diseñada para ser nuestra guía; es una herramienta del Guía. El Espíritu Santo no solo nos convence de pecado, sino que también trae a la mente los principios divinos, y nos lleva por el camino recto. Él usa diversas herramientas para conformarnos a la semejanza de Cristo ("Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.", Ro 8.29).

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P. C. Stanley 

jueves, 14 de julio de 2016

Jueves: EL PAPEL DE LA CONCIENCIA (1 Timoteo 1.18, 19)

EL PAPEL DE LA CONCIENCIA

1 Timoteo 1.18, 19
18 Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia,
19 manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos,

El Señor da a cada persona una conciencia, la cual es como un sistema de radar destinado a enviar advertencias cuando ciertas conductas o decisiones pudieran ser perjudiciales. Esto hace posible que la persona pueda distinguir entre lo malo y lo bueno, especialmente en lo relacionado con su vida. Si ignoramos nuestra conciencia, lo hacemos a nuestro propio riesgo.

En el creyente, la conciencia es una herramienta del Espíritu Santo; Él la programa con los principios de la Palabra de Dios y la agudiza para que responda con rapidez. Aun así, el único propósito de este radar es enviar una señal. Lo que suceda después es cosa nuestra. O bien ignoramos la advertencia, o bien nos detenemos para escuchar lo que el Espíritu quiera decirnos sobre la situación que atravesamos. El Espíritu Santo revela la voluntad de Dios o nos recuerda sus principios para que podamos tomar una decisión acertada gracias a esta alarma en nuestra conciencia.

La carta de Pablo a Timoteo menciona a personas que habían rechazado la guía de Dios —no habían prestado atención a la alarma de su conciencia (1 Ti 1.19), y el resultado fue el naufragio de su fe. Cuando en el radar aparece algo que habla de desobediencia a Dios, tenemos que rechazar lo que pensamos hacer. Si no, este mecanismo de detección se deteriorará y no funcionará bien. Si seguimos ignorando la alarma, al final no sonará más.

Todos conocemos a personas que han “encallado” en la vida. El naufragio de la fe es inevitable cuando el cristiano ignora su conciencia y justifica o defiende su desobediencia. Es mucho mejor que usted se vuelva al gran capitán de su alma, Jesucristo. El Espíritu Santo le guiará bien.

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P. C. Stanley

miércoles, 13 de julio de 2016

Miércoles: LA VERDADERA LIBERTAD (Romanos 6.11-18)

LA VERDADERA LIBERTAD

Romanos 6.11-1811 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias;
13 ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.
14 Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.
Siervos de la justicia
15 ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera.
16 ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?
17 Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados;
18 y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.
En la bahía de Nueva York se levanta la Estatua de la Libertad, símbolo de la libertad que los estadounidenses valoran. Pero si bien estamos agradecidos de vivir en esta “tierra de hombres libres”, todavía existen muchas personas cautivas de prácticas y formas de pensar pecaminosas.

La libertad de un país depende de su poderío militar y de las leyes del gobierno. Sin embargo, la libertad personal consiste en decidir proteger el corazón, la mente y el cuerpo de las malas influencias. En una nación creada sobre la idea de la independencia, nos llamamos “libres” mientras que no estemos presos ni impedidos de procurar nuestro bien. ¿Pero es “libre” el hombre dispuesto a tomar venganza? ¿Es “libre” la mujer adicta a calmantes?

El arsenal del enemigo tiene toda clase de tentaciones que encadenan nuestro tiempo y nuestra atención. La necesidad de ocuparse de estos hábitos y de esas sustancias y actitudes consume a la persona y la hace desenfocarse de Dios. Luego, el diablo utiliza uno de sus mayores engaños: convence a las personas de que sus cadenas no existen realmente. Las enseña a justificar lo que piensan (“un poquito no me hará ningún daño”), y a negar la realidad (“puedo dejar de hacerlo cuando quiera”).

Según la Biblia, los humanos somos, o bien siervos de Dios, o bien esclavos del pecado (Ro 6.16). No hay término medio. Los últimos sirven a Satanás al alimentar sus impulsos, mientras que los “esclavos” del Señor disfrutan de una libertad verdadera al honrar al Señor y mantenerse alejados de las cosas que encarcelan su cuerpo, emociones y pensamientos.

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Ps. C. Stanley

martes, 12 de julio de 2016

Martes: NUESTRO AYUDADOR EN LA ORACIÓN (Juan 14.16-18)

NUESTRO AYUDADOR EN LA ORACIÓN

Juan 14.16-18
16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre:
17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.
18 No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.


Uno de los estorbos más grandes para nuestra vida de oración es la falta de perseverancia. Muchas veces dejamos de orar. Sentimos que, por haber pedido, la respuesta debe llegar de inmediato o nuestra necesidad ser satisfecha rápidamente. Pero Dios no es un sirviente, esperando traernos justo lo que necesitamos en el momento que se lo pedimos. En la mayoría de los casos, tenemos que ser pacientes y seguir orando.

A todos los cristianos nos ha sido dado el Espíritu Santo para sellar nuestra relación con Dios, y Él es quien nos guía en cuanto a cómo orar ("Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.", Ro 8.26). Creemos, a veces, que debemos venir a Dios solo cuando tenemos una necesidad. Pero la oración lleva a la intimidad con Él. Si Dios nos diera todo lo que quisiéramos cuando se lo pidiéramos, no seríamos capaces de entender la dinámica de nuestra relación; nunca aprenderíamos cuán importantes son la paciencia y la dependencia.

Pensemos en Pablo; nos dice que rogó tres veces que le fuera quitado su “aguijón en la carne”, antes de recibir la firme respuesta negativa del Señor (2 Co 12.7, 8). Esto probablemente se refiere a tres largos períodos en los que Pablo oró por recibir alivio. Cuando hemos estado orando por mucho tiempo en cuanto a algo, y no sentimos que nuestras palabras están yendo a ninguna parte, no quiere decir que debemos dejar de hacerlo. Tenemos que seguir orando en medio de esa situación. Dios está escuchando con atención nuestro clamor, y su Espíritu es nuestro acompañante constante, aunque no podamos “sentir” su presencia o su ayuda. En vez de dejar de orar, ¿quisiera pedirle al Espíritu Santo que le ayude a perseverar?

2 Co 12.7, 8
7 Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera;
8 respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí.

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Ps. C. Stanley