ESPERAR EN DIOS
Salmo 37.1-9
1 No te impacientes a causa de los malignos, Ni tengas envidia de los que hacen iniquidad.
2 Porque como hierba serán pronto cortados, Y como la hierba verde se secarán.
3 Confía en Jehová, y haz el bien; Y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad.
4 Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón.
5 Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en él; y él hará.
6 Exhibirá tu justicia como la luz, Y tu derecho como el mediodía.
7 Guarda silencio ante Jehová, y espera en él. No te alteres con motivo del que prospera en su camino, Por el hombre que hace maldades.
8 Deja la ira, y desecha el enojo; No te excites en manera alguna a hacer lo malo.
9 Porque los malignos serán destruidos, Pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra.
Esperar en Dios es una disciplina espiritual importante en nuestro caminar de fe. La vida del rey David nos enseña el valor de obedecer el plan del Señor y el peligro de adelantarnos a Él.
Cuando David era un joven pastor de ovejas, el profeta Samuel lo ungió como el futuro rey de Israel. Sin embargo, no se convirtió en tal gobernante durante muchos años. Esperar que el Señor lo pusiera en el trono se hacía más difícil, porque el rey en ejercicio, Saúl, se volvió en contra de él, y en varias ocasiones trató de asesinarlo. A pesar de la oportunidad que tuvo de tomar el asunto en sus propias manos y matar a su enemigo, David se contuvo. Tampoco permitió que nadie atacara a Saúl (1 S 24.1-7). Esperó en Dios, y fue muy bendecido por su obediencia.
El rey David supo también lo que era seguir adelante sin el Señor. Un año decidió no unirse a las tropas en batalla, aunque ese era uno de sus deberes ("Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén.", 2 S 11.1). Durante el tiempo que se quedó en casa, se fijó en Betsabé, la esposa de Urías, y la codició. Actuando de conformidad con sus deseos, engendró un hijo con ella y luego trató de ocultar su pecado. ¡Vaya el desastre que hizo de su vida! En vez de obedecer el plan del Señor y ser bendecido, experimentó el castigo divino y mucho dolor.
Como creyentes, queremos obedecer al Señor, pero puede haber situaciones en las que un deseo nos impulse a avanzar sin esperar la dirección de Dios. Al igual que David, experimentaremos las bendiciones de la obediencia, o el dolor de la desobediencia.
1 S 24.1-7
1 Cuando Saúl volvió de perseguir a los filisteos, le dieron aviso, diciendo: He aquí David está en el desierto de En-gadi.
2 Y tomando Saúl tres mil hombres escogidos de todo Israel, fue en busca de David y de sus hombres, por las cumbres de los peñascos de las cabras monteses.
3 Y cuando llegó a un redil de ovejas en el camino, donde había una cueva, entró Saúl en ella para cubrir sus pies; y David y sus hombres estaban sentados en los rincones de la cueva.
4 Entonces los hombres de David le dijeron: He aquí el día de que te dijo Jehová: He aquí que entrego a tu enemigo en tu mano, y harás con él como te pareciere. Y se levantó David, y calladamente cortó la orilla del manto de Saúl.
5 Después de esto se turbó el corazón de David, porque había cortado la orilla del manto de Saúl.
6 Y dijo a sus hombres: Jehová me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra él; porque es el ungido de Jehová.
7 Así reprimió David a sus hombres con palabras, y no les permitió que se levantasen contra Saúl. Y Saúl, saliendo de la cueva, siguió su camino.
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