MADURAR EN LA FE PARA ESCUCHAR MEJOR A DIOS
Mateo 17.5
5 Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.
Nuestra capacidad para escuchar al Señor tiene que ver directamente con nuestra relación con Él. Por ejemplo, un incrédulo puede escuchar solamente un mensaje de Dios: el llamado al arrepentimiento y a la salvación en Jesucristo. Si no da este paso vital, ninguna otra cosa que Dios haga o diga le afectará en algo.
Pero, ¿qué de los creyentes? ¿Cómo afecta la manera de escuchar a Dios la relación que tiene un cristiano con Él? Esto es, básicamente, un asunto de identificación. Después de recibir a Cristo como Salvador, tenemos la seguridad de la salvación y estamos eternamente seguros en Él. Pero, más allá de eso, Dios quiere que crezcamos y maduremos en nuestra fe.
Crecemos en Cristo cuando nos identificamos más y más con Jesús. Esta identificación continua nos acerca más a Dios. Por eso, cuando oramos, no estamos orando a una deidad fría y distante, sino a un Dios que nos ama, sostiene y moldea a su propia imagen.
Esto cambia nuestra manera de acercarnos a Él, ¿no? En vez de venir a Dios a rastras y avergonzados, lamentándonos, gimiendo por nuestro pecado e implorando su misericordia, podemos acercarnos a Él confiadamente y con gozo, seguros de que el Señor nos ama, nos perdona y se regocija con nuestras oraciones.
Si tenemos una comunión sin estorbos con el Padre, definitivamente lo escuchamos mejor. Cuando crecemos en intimidad con Él, nuestros oídos espirituales siguen mejorando. Por medio de Jesús podemos tener una relación estrecha inimaginable y una comunidad en doble sentido con el Dios todopoderoso. Dígale al Señor que ese es su deseo.
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Ps. C. Stanley
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