EL NUEVO NACIMIENTO Y EL BAUTISMO
3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.
5 Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección;
6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.
7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.
8 Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él;
9 sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él.
10 Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive.
El Señor Jesús comisionó a sus seguidores a ir y hacer discípulos, “bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt 28.19). A medida que la iglesia primitiva difundía el mensaje del evangelio, la respuesta de fe del nuevo creyente era el bautismo. Lo cual indicaba públicamente que la persona era ahora seguidora de Jesucristo.
Los símbolos sirven para comunicar lo que las palabras no pueden. El bautismo es un símbolo de nuestra experiencia de salvación. Mediante este acto, proclamamos que Jesús murió por nuestros pecados, de que fue sepultado y resucitó; y damos testimonio de que hemos recibido su poderosa transformación.
La palabra “bautizar” en la Biblia es la misma que se usa en griego para describir una tela que se sumerge en un tinte —se refiere a un cambio total. Por eso, al ser sumergidos en el agua, declaramos que estamos eligiendo morir a la vida vieja y nos estamos uniendo con Cristo. Nuestro pecado es sepultado con Él, y el poder del pecado es vencido por la muerte de Cristo en la cruz ("Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.", Ro 6.14). Cuando somos levantados del agua, afirmamos la resurrección del Señor Jesús. El bautismo es una manera simbólica de decir que, así como el Señor venció la muerte y resucitó, nosotros resucitaremos espiritualmente. Somos “nacidos de nuevo” y transformados por el poder de su Santo Espíritu.
En la Biblia, “creer” no es una palabra que indica aceptación intelectual, sino acción. Nuestra fe nunca debe ser ocultada como una luz puesta debajo de un almud ("Nadie pone en oculto la luz encendida, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz.", Lc 11.33); nuestros familiares y amigos necesitan ver el evangelio en acción.
4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.
5 Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección;
6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.
7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.
8 Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él;
9 sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él.
10 Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive.
El Señor Jesús comisionó a sus seguidores a ir y hacer discípulos, “bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt 28.19). A medida que la iglesia primitiva difundía el mensaje del evangelio, la respuesta de fe del nuevo creyente era el bautismo. Lo cual indicaba públicamente que la persona era ahora seguidora de Jesucristo.
Los símbolos sirven para comunicar lo que las palabras no pueden. El bautismo es un símbolo de nuestra experiencia de salvación. Mediante este acto, proclamamos que Jesús murió por nuestros pecados, de que fue sepultado y resucitó; y damos testimonio de que hemos recibido su poderosa transformación.
La palabra “bautizar” en la Biblia es la misma que se usa en griego para describir una tela que se sumerge en un tinte —se refiere a un cambio total. Por eso, al ser sumergidos en el agua, declaramos que estamos eligiendo morir a la vida vieja y nos estamos uniendo con Cristo. Nuestro pecado es sepultado con Él, y el poder del pecado es vencido por la muerte de Cristo en la cruz ("Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.", Ro 6.14). Cuando somos levantados del agua, afirmamos la resurrección del Señor Jesús. El bautismo es una manera simbólica de decir que, así como el Señor venció la muerte y resucitó, nosotros resucitaremos espiritualmente. Somos “nacidos de nuevo” y transformados por el poder de su Santo Espíritu.
En la Biblia, “creer” no es una palabra que indica aceptación intelectual, sino acción. Nuestra fe nunca debe ser ocultada como una luz puesta debajo de un almud ("Nadie pone en oculto la luz encendida, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz.", Lc 11.33); nuestros familiares y amigos necesitan ver el evangelio en acción.
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P. C. Stanley
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