martes, 16 de agosto de 2016

Martes: CÓMO CONVERTIRSE EN ALGUIEN PACIENTE (Hechos 25.1-16)

CÓMO CONVERTIRSE EN ALGUIEN PACIENTE
1  Llegado, pues, Festo a la provincia, subió de Cesarea a Jerusalén tres días después.
2 Y los principales sacerdotes y los más influyentes de los judíos se presentaron ante él contra Pablo, y le rogaron,
3 pidiendo contra él, como gracia, que le hiciese traer a Jerusalén; preparando ellos una celada para matarle en el camino.
4 Pero Festo respondió que Pablo estaba custodiado en Cesarea, adonde él mismo partiría en breve.
5 Los que de vosotros puedan, dijo, desciendan conmigo, y si hay algún crimen en este hombre, acúsenle.
6 Y deteniéndose entre ellos no más de ocho o diez días, venido a Cesarea, al siguiente día se sentó en el tribunal, y mandó que fuese traído Pablo.
7 Cuando éste llegó, lo rodearon los judíos que habían venido de Jerusalén, presentando contra él muchas y graves acusaciones, las cuales no podían probar;
8 alegando Pablo en su defensa: Ni contra la ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra César he pecado en nada.
9 Pero Festo, queriendo congraciarse con los judíos, respondiendo a Pablo dijo: ¿Quieres subir a Jerusalén, y allá ser juzgado de estas cosas delante de mí?
10 Pablo dijo: Ante el tribunal de César estoy, donde debo ser juzgado. A los judíos no les he hecho ningún agravio, como tú sabes muy bien.
11 Porque si algún agravio, o cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehúso morir; pero si nada hay de las cosas de que éstos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. A César apelo.
12 Entonces Festo, habiendo hablado con el consejo, respondió: A César has apelado; a César irás.
13 Pasados algunos días, el rey Agripa y Berenice vinieron a Cesarea para saludar a Festo.
14 Y como estuvieron allí muchos días, Festo expuso al rey la causa de Pablo, diciendo: Un hombre ha sido dejado preso por Félix,
15 respecto al cual, cuando fui a Jerusalén, se me presentaron los principales sacerdotes y los ancianos de los judíos, pidiendo condenación contra él.
16 A éstos respondí que no es costumbre de los romanos entregar alguno a la muerte antes que el acusado tenga delante a sus acusadores, y pueda defenderse de la acusación.



El apóstol Pablo demostró el poder de la paciencia cuando fue llevado a juicio ante Festo. En vez de dejar que los falsos argumentos de sus acusadores turbaran su tranquilo semblante, el apóstol enfrentó con paciencia el proceso legal permaneciendo fiel al Señor. Se abstuvo de atacar a sus opositores o de denunciar la injusticia de las acusaciones. Su pacífica actitud encontró aceptación por parte del gobernador, y le dio la oportunidad de tener después una audiencia para presentarle el evangelio (Hch 25.24, 25).

Hch 25.24, 25
24 Entonces Festo dijo: Rey Agripa, y todos los varones que estáis aquí juntos con nosotros, aquí tenéis a este hombre, respecto del cual toda la multitud de los judíos me ha demandado en Jerusalén y aquí, dando voces que no debe vivir más.
25 Pero yo, hallando que ninguna cosa digna de muerte ha hecho, y como él mismo apeló a Augusto, he determinado enviarle a él.


Debido a que nuestra “carne” se inclina hacia la impaciencia, necesitamos buscar al Señor por medio de la oración, y pedirle que tome el control de nuestros(as)…

Pensamientos. Para que quitemos nuestra atención de la circunstancia y la pongamos en Dios. Su Espíritu nos ayudará a tener la perspectiva correcta.

Emociones. Si el Espíritu Santo controla nuestras emociones y reacciones, nos sentiremos más calmados. Entonces Él nos dará el poder para manejar la situación de la manera que le agrada.

Palabras. Es vital pedir al Señor que nos ayude a controlar nuestras palabras. Una palabra adecuada puede calmar una situación; hablar en actitud defensiva o gritar airadamente puede empeorar la situación ("El hombre iracundo promueve contiendas; Mas el que tarda en airarse apacigua la rencilla.", Pr 15.18).

El Espíritu Santo responderá nuestras oraciones y nos dará lo que necesitemos. La paciencia requiere dominio propio y deseo de agradar a Dios. Pablo tuvo necesidad de ambos y a pesar de la injusticia se mantuvo firme, sin perder el control. Imagínese lo que el Señor puede hacer en la vida de usted si se dispone a convertirse en alguien más paciente.

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Ps. C. Stanley

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