martes, 30 de agosto de 2016

Martes: LA SANTIFICACIÓN: EL GRANDIOSO PLAN DE DIOS (Jeremías 29.11)

LA SANTIFICACIÓN: EL GRANDIOSO PLAN DE DIOS
 
Jeremías 29.1111 Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.
El Padre celestial tiene un plan grandioso para la vida de cada uno de sus hijos, y puede resumirse en la palabra santificación. Si usted nunca ha estado seguro del significado del término, no es el único; muchas personas no tienen clara su definición. Pero los creyentes debemos entenderlo, pues esa palabra nos define.

En su forma verbal —santificar— el término significa “hacer santo” o “apartar”. Por eso, cuando algo es santificado es apartado de su uso común anterior y dedicado a propósitos sagrados. El Antiguo Testamento menciona varias cosas que el Señor santificó, entre ellas: el séptimo día y  la tribu de Leví como sacerdotes, e incluso consagró lugares como el lugar santísimo dentro del tabernáculo ("Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.", Gn 2.3; Nm 3).

El Padre celestial sigue santificando a personas en el presente. Antes de que alguien ponga su fe en el Salvador, esa persona está muerta espiritualmente y, en realidad, es enemiga de Dios (Ef 2.1-3; "Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.", Ro 5.10). Pero en el momento que decide confiar en Jesucristo, sus pecados son borrados y es adoptado en la familia de Dios. Esa persona es apartada como un hijo de Dios, con un propósito sagrado. Esto significa que los creyentes no estamos aquí para ir tras nuestro beneficio personal, sino para servir al Señor y darle honra y gloria.
Ef 2.1-3
1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,
2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,
3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.

Como miembros de la familia de Dios, llamados a reflejar su gloria, a los creyentes se les conoce como “santos”. Se nos ha dado este apelativo —que comparte su raíz con santificación— no porque estemos libres de pecado o seamos perfectos, sino porque vivimos una vida congruente con Aquel a quien representamos.
 
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Ps. C. Stanley

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