sábado, 27 de agosto de 2016

Sábado: LA MISIÓN DEL SALVADOR (Juan 14:6)


LA MISIÓN DEL SALVADOR
6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.


Muchos creyentes saben que Jesucristo es el Hijo de Dios, pero debemos entender también su misión, la manera como la cumplió, y lo que eso significa para cada uno de nosotros. Cristo tuvo un doble propósito al venir al mundo como un niño: darnos una imagen tangible de quién es Dios, y morir en nuestro lugar para pagar nuestra deuda de pecado.

¡Qué plan tan maravilloso! El Señor omnipotente y omnisciente había existido desde siempre ("En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.", Jn 1:1; "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.", 1:14; "Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.", 8:58), pero, por un tiempo, dejó de lado el poder y la grandeza que le pertenecían legítimamente, para convertirse en uno de nosotros. Gracias a que vino a vivir entre los hombres, podemos entender mejor a nuestro Padre celestial ("El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.", Col 1.15).

Por medio del sacrificio de Cristo somos invitados a una relación eterna con Dios. La Biblia dice que todos los descendientes de Adán son pecadores ("Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.", Is 53.6; "por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,", Ro 3.23), y que la paga del pecado es muerte ("Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.", Ro 6.23). El castigo tenía que pagarse mediante el derramamiento de sangre ("Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.", Lv 17.11).Pero el Padre no podía aceptar nada que no fuera un sacrificio perfecto ("No ofrecerás en sacrificio a Jehová tu Dios, buey o cordero en el cual haya falta o alguna cosa mala, pues es abominación a Jehová tu Dios.", Dt 17.1). Por eso, el Señor, que era Dios perfecto y hombre perfecto, y ciento por ciento inocente, sufrió una muerte humillante y dolorosa para saldar la deuda que nosotros no podíamos pagar. Él era el único que podía entregar su vida para salvarnos y tender un puente entre cada persona y el Padre celestial.

No hay ninguna manera posible de ganar la salvación. Ella es un regalo maravilloso que el Padre ofrece gratuitamente a cada una de nosotros. La única condición es que recibamos a Jesucristo como nuestro Salvador personal, y que le obedezcamos.

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Ps. C. Stanley

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