jueves, 28 de enero de 2016

Jueves: EL TRUENO DEL PODER DE DIOS (Job 26:14)

EL TRUENO DEL PODER DE DIOS

Job 26:14
14 He aquí, estas cosas son sólo los bordes de sus caminos; ¡y cuán leve es el susurro que hemos oído de Él!  Pero el trueno de su poder, ¿quién lo puede comprender? 

El conocimiento más profundo y elevado que cualquier hombre sobre la tierra pudiera alcanzar con relación a la persona de Dios, siempre vendrá a ser como una simple gota de agua en comparación con el océano insondable de su infinitud e inmensidad. A pesar de que nosotros los creyentes poseemos la luz de su Palabra revelada, el conocimiento de su gracia, el testimonio fiel de su Espíritu, y la gloria desplegada de la creación, que como testigo mudo y ancestral nos grita a voz en cuello que hay un Dios en los cielos, todo eso no es más que un leve susurro en nuestro oído; un murmullo lejano que llega hasta nosotros cuando contemplamos la realidad de la inefable perfección de nuestro Dios, y las inescrutables riquezas de su gloria y sabiduría.

Job quiere que comprendamos una vez más la pequeñez del hombre en relación a la grandeza del Creador. Noten cómo él establece un contraste magistral de pensamientos, valiéndose de una lógica impecable: si ante lo poco que conocemos de su gloria revelada, que por el puro afecto de su voluntad nos ha hecho partícipes de este alto privilegio, nos sentimos estremecidos y extasiados por la grandeza de su poder, de forma tal que nuestras palabras se tornan inadecuadas e insuficientes para describir el grado de tan majestad suprema, sabiendo que todo eso constituyen, apenas, los bordes de sus caminos, ¿podríamos imaginar por un segundo qué sería ser sumergidos en las aguas inescrutables de su gloria, esplendor y perfecciones?

Con sobrada razón nos dice el texto de hoy: “… ¡Cuán leve es el susurro que hemos oído de Él! Pero el trueno de su poder, ¿quién lo puede comprender?" Nadie, absolutamente nadie podría soportar a Dios manifestándose en toda la plenitud de su gloria, su poder, su majestad y furor, como bien dice el himnólogo: ¡Alto es, no podemos jamás comprenderlo! El hombre más grande sobre esta tierra viene a ser como un insignificante pigmeo ante la magnificencia de Dios. Recordemos que el hombre fue hecho del polvo de la tierra, según se nos narra en Gn 2:7 ("Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente."); pero esa misma tierra es el estrado donde Dios descansa su pie ("ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.", Mt 5:35), es decir, de donde Dios pone sus pies, de ahí fue hecho el hombre. ¡He ahí el tamaño verdadero del hombre!

En salmos 29:3-9 se nos da una descripción gloriosa del trueno del poder de Dios en plena acción:
Voz de Jehová sobre las aguas; truena el Dios de gloria, 
Jehová sobre las muchas aguas; voz de Jehová con potencia; 
Voz de Jehová con gloria; voz de Jehová que quebranta los cedros; 
Quebrantó Jehová los cedros del Líbano; los hizo saltar como becerros; 
Voz de Jehová que derrama llamas de fuego; voz de Jehová que hace temblar el desierto; 
Hace temblar Jehová el desierto de Cades; voz de Jehová que desgaja las encinas, 
Y desnuda los bosques; en su templo todo proclama su gloria. 

Y todo eso sigue siendo los bordes de sus caminos y el leve susurro que oímos de Él. Amén

 

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