EL SECRETO PARA EL ÉXITO DE NUESTRAS FINANZAS
Malaquías 3.7-12
7 Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué hemos de volvernos?
8 ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas.
9 Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado.
10 Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.
11 Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos.
12 Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos.
Todos luchamos cuando hay una discrepancia entre lo que nuestra mente sabe que es verdad, y lo que sentimos. Un aspecto con el cual algunos cristianos batallan es el de las finanzas personales. Si sabemos lo que dice la Biblia en cuanto al dinero, ¿optamos por la verdad o dejamos que nuestros sentimientos dicten nuestras acciones? Los creyentes encontramos muy fácil dar a Dios un centavo de diez, o un dólar de diez, pero cuando los números son más grandes, por ejemplo, cien de mil, o mil de diez mil, a menudo nos resistimos.
La Biblia habla de dar el diezmo, que es la décima parte de nuestros beneficios, o el diez por ciento, según Deuteronomio 14.22 ("Indefectiblemente diezmarás todo el producto del grano que rindiere tu campo cada año."). También hay que notar que debemos dar a Dios la primera parte de nuestros ingresos, no lo que nos quede al final del mes.
El diezmo de Dios va a su alfolí, que es la iglesia. Desde allí, lo ofrendado puede ser canalizado para la obra del Señor en el mundo. Imagínese cuántos excelentes ministerios y cuántos programas de evangelización cesarían si el dinero se agotara. Llevar el evangelio no es solo una responsabilidad espiritual, sino también financiera.
Cuando nos negamos a dar la parte que nos corresponde, bloqueamos el flujo de la bendición de Dios en nuestra vida. Muchas veces decidimos dar menos del diezmo. Nuestro Padre celestial nos ha prometido tantas cosas si obedecemos sus mandamientos. Entréguele al Señor lo que es de Él, y vea después las maravillosas bendiciones que le dará.
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