SIMPLES ACTOS DE OBEDIENCIA
Lucas 5.1-7
1 Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios.
2 Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.
3 Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.
4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
5 Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.
6 Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía.
7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.
Obedecer a Dios en las cosas pequeñas puede traer bendición a muchos. El pasaje de hoy ilustra este principio.
Simón Pedro, un pescador experimentado, había trabajado toda la noche sin pescar nada. Estaba en la playa terminando su trabajo cuando Jesús se le acercó. El Señor quería hablar desde su barca a la multitud que estaba en la orilla de la playa. A pesar de una larga e infructuosa noche de trabajo, Pedro aceptó que Jesús utilizara la embarcación. La multitud fue bendecida al ver y escuchar predicar a Cristo.
Las peticiones que Dios nos hace pueden llegarnos en momentos no oportunos o inesperados. Podemos sentirnos tentados a dejar que otra persona responda nuestro llamado, pensando que no importa quién sea el que obedezca. Pero recuerde que los planes de Dios son para nuestro bien (“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.”, Jer 29.11).
Más tarde, Jesús hizo una segunda petición a Pedro: que dirigiera la barca a aguas más profundas, y que echara las redes. El pescador expresó las pocas probabilidades de pescar algo, pero hizo lo que Cristo le pidió. La obediencia de Pedro dio como resultado abundancia para la multitud, los demás pescadores, sus familias y él mismo.
Pedro no obedeció para ser recompensado, pero eso es precisamente lo que sucedió. Sus simples actos de obediencia llevaron a mayores oportunidades de servicio y de bendiciones abundantes.
Algunos actuamos como si la obediencia en las cosas pequeñas carecieran de importancia, pero la historia de Pedro nos enseña lo contrario. Comprometámonos a obedecer las instrucciones del Señor en todo, confiando en que toda obediencia será para nuestro bien.
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Ps. C. Stanley
Lucas 5.1-7
1 Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios.
2 Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.
3 Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.
4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
5 Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.
6 Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía.
7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.
Obedecer a Dios en las cosas pequeñas puede traer bendición a muchos. El pasaje de hoy ilustra este principio.
Simón Pedro, un pescador experimentado, había trabajado toda la noche sin pescar nada. Estaba en la playa terminando su trabajo cuando Jesús se le acercó. El Señor quería hablar desde su barca a la multitud que estaba en la orilla de la playa. A pesar de una larga e infructuosa noche de trabajo, Pedro aceptó que Jesús utilizara la embarcación. La multitud fue bendecida al ver y escuchar predicar a Cristo.
Las peticiones que Dios nos hace pueden llegarnos en momentos no oportunos o inesperados. Podemos sentirnos tentados a dejar que otra persona responda nuestro llamado, pensando que no importa quién sea el que obedezca. Pero recuerde que los planes de Dios son para nuestro bien (“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.”, Jer 29.11).
Más tarde, Jesús hizo una segunda petición a Pedro: que dirigiera la barca a aguas más profundas, y que echara las redes. El pescador expresó las pocas probabilidades de pescar algo, pero hizo lo que Cristo le pidió. La obediencia de Pedro dio como resultado abundancia para la multitud, los demás pescadores, sus familias y él mismo.
Pedro no obedeció para ser recompensado, pero eso es precisamente lo que sucedió. Sus simples actos de obediencia llevaron a mayores oportunidades de servicio y de bendiciones abundantes.
Algunos actuamos como si la obediencia en las cosas pequeñas carecieran de importancia, pero la historia de Pedro nos enseña lo contrario. Comprometámonos a obedecer las instrucciones del Señor en todo, confiando en que toda obediencia será para nuestro bien.
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Ps. C. Stanley
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