EL CORDERO DE DIOS
Juan 1.29-36
29 El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
30 Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.
31 Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.
32 También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.
33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.
34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.
Los primeros discípulos
35 El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos.
36 Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios.
La Biblia le da varios nombres a Jesús: Mesías, Señor, Cristo, Rabí, Maestro; pero el menos familiar para el mundo moderno es, probablemente, Cordero de Dios. Dado que la mayoría de nosotros no tenemos origen judío, es posible que tengamos una comprensión limitada de este título. Pero los hijos de Israel de ese entonces entendían su significado. Los corderos eran para el sacrificio.
Dios siempre ha tratado con el pecado por medio de la sangre de los sacrificios. Cuando Adán y Eva pecaron, un animal fue sacrificado para cubrir la desnudez y la vergüenza de dos personas ("Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió.", Gn 3.21). En la primera Pascua, cada hogar puso en la puerta sangre del sacrificio (Éx 12.1-7). Más tarde, un macho cabrío era sacrificado para la expiación de toda la nación ("Después degollará el macho cabrío en expiación por el pecado del pueblo, y llevará la sangre detrás del velo adentro, y hará de la sangre como hizo con la sangre del becerro, y la esparcirá sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio.", Lv 16.15). Ahora bien, en Juan 1.29, vemos el sacrificio final —el del Cordero que quita los pecados del mundo.
Éx 12.1-7
1 Habló Jehová a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto, diciendo:
2 Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero en los meses del año.
3 Hablad a toda la congregación de Israel, diciendo: En el diez de este mes tómese cada uno un cordero según las familias de los padres, un cordero por familia.
4 Mas si la familia fuere tan pequeña que no baste para comer el cordero, entonces él y su vecino inmediato a su casa tomarán uno según el número de las personas; conforme al comer de cada hombre, haréis la cuenta sobre el cordero.
5 El animal será sin defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras.
6 Y lo guardaréis hasta el día catorce de este mes, y lo inmolará toda la congregación del pueblo de Israel entre las dos tardes.
7 Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer.
Usualmente, una persona realiza sus logros más grandes mientras vive, pero pensemos en lo que Jesús logró por medio de su muerte. Así como animales inocentes habían muerto previamente en lugar de los culpables, Cristo dio su vida perfecta por la humanidad pecadora. Asumió toda la responsabilidad por nuestros pecados, y tomó el castigo que merecíamos. Cuando colgaba en la cruz, el juicio y la ira de Dios se derramaron sobre Él, en vez de nosotros.
Debido a que estamos limitados por nuestra mente y sentidos humanos, no podemos comprender plenamente todo lo que el Cordero de Dios soportó para darnos salvación. Pero sabemos lo suficiente para entender que le debemos nuestra vida; por eso, démosle el primer lugar en nuestro corazón.
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