EL TEMOR A JEHOVÁ
Salmos 147:11
11 Se complace Jehová en los que le temen, y en los que esperan en su misericordia.
El mayor temor de un creyente debería ser su falta de temor a Dios. La ausencia de temor a Dios, tal y como la Biblia lo describe, constituye una puerta abierta por la que pueden introducirse muchos males espirituales. De la misma manera que un hijo teme la disciplina de su padre terrenal, quien con amor le corrige buscando sólo su bien, asimismo nosotros los creyentes debemos servir a Dios con temor y reverencia sabiendo que, como nos comunica la perla de hoy: “Se complace Jehová con los que le temen, y en los que esperan en su misericordia”.
Ahora bien, ¿qué significa temer a Dios a la luz de las Escrituras? Temer al Señor no significa que le tengamos un miedo paralizante; que nos asustemos ante su presencia como un súbdito tiembla delante del rostro de un rey tiránico, ¡nooo! Eso no es así, porque ya Cristo con su muerte en la cruz nos ha librado de la ira de Dios para siempre, y nos ha dado consoladoras promesas para que ahora vivamos en Él, por Él y para Él; por tanto, esa no es la idea bíblica del temor a Dios. El temor del Señor es, más bien, un reconocimiento de su grandeza, su perfección y su santidad; es entender lo mucho que Dios aborrece el pecado, y estar conscientes del juicio que Él hará contra aquellos que lo practican y se deleitan en la maldad, viviendo irresponsablemente como si ninguna consecuencia espiritual se derivara de sus actos perversos.
Temer al Señor es caminar reverente y ordenadamente ante los ojos de Él y de los hombres, de modo tal, que al contemplar ellos nuestro andar de vida puedan entender la obra gloriosa de transformación que su Espíritu ha realizado, y el carácter santo de Cristo reflejado en nosotros. El salmista David, un hombre temeroso de Dios, escribió en Salmos 16,8: “A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido”. Noten cómo David caminaba poniendo siempre el temor de Dios delante de él, movido siempre por la marcada intención de agradarlo en cada uno de sus actos.
El temor de Dios lleva a un verdadero creyente a perfeccionar la santidad al hacerlo consciente de su propia pecaminosidad, como dice Heb 12,28-29 “… sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia, porque nuestro Dios es fuego consumidor”. Hasta que no lleguemos a comprender quién es Dios, y hasta que no desarrollemos un temor reverencial hacia Él, no podremos adquirir sabiduría, porque la verdadera sabiduría sólo procede del entendimiento de que Dios es santo, bueno, justo y soberano, como dice Pr 1,7: “El principio de la sabiduría es el temor a Jehová”. Amados, que así como las iglesias del primer siglo andaban en el temor del Señor, y se acrecentaban siendo fortalecidas por el Espíritu Santo ("También algunas de las autoridades de Asia, que eran sus amigos, le enviaron recado, rogándole que no se presentase en el teatro.", Hch 9:31), así andemos los creyentes en estos tiempos difíciles, sabiendo que la complacencia de Dios está con los que le temen, y con los que esperan por la fe en su santo nombre. Amén
Ad majorem Dei gloriam
gracias a Dios, por la sabiduría que brinda a sus hijos que le temen, para que nos hagan comprender aun mas sencillo la palabra bendita de Dios.
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