jueves, 24 de marzo de 2016

Jueves: EL PAN (Juan 6.35)

EL PAN

Juan 6.35
35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.

Durante miles de años, el pueblo judío ha tenido un conjunto de instrucciones especiales para su evento más importante del año —la Pascua. Rebosante de drama y de intensidad, la Pascua incluye un orden de palabras, símbolos, alimentos, sabores, olores y rituales cuidadosamente preparados. Por tanto, si el padre de la familia se sale de lo acostumbrado mientras dirige la comida pascual, todos los presentes lo notarían de inmediato.

Y eso es exactamente lo que sucedió cuando el Señor reunió a sus discípulos al aproximarse a su muerte. La noche comenzó como la de una típica comida de Pascua; estaban celebrando la cena de la misma manera que los judíos han hecho durante siglos . . . hasta que Jesús se salió de lo acostumbrado y comenzó a hablar de sí mismo. Cuando tomó el pan de la Pascua en sus manos, dijo algo absolutamente sorprendente: “Tomad, comed; esto es mi cuerpo” (Mateo 26.26).

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Cada paso, es Jesús quien lo da.

La Pascua tiene que ver básicamente con la liberación de un pueblo (los judíos), de la esclavitud a la libertad verdadera. Pero toda la historia de la Biblia apunta a una liberación aun más profunda de una servidumbre más trágica ­—la liberación del pecado de toda la humanidad. Mientras sostenía el pan en sus manos, Jesús anunció tranquilamente que su cuerpo partido sería la única fuente de esa profunda y universal salvación y libertad.

“Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado” (Lucas 22.19) —algunos historiadores de la iglesia llaman a esta frase “palabras de institución”, porque nuestro Salvador estaba instituyendo o inaugurando un nuevo capítulo en la historia acerca de Dios y del género humano. Pero notemos que Jesús se apartó de la tradición para que supiéramos que este nuevo capítulo (pacto) vendría por medio de su iniciativa, no de la nuestra.

Aun cuando estaba siendo entregado a la muerte, el Señor estuvo actuando misericordiosamente para salvarnos, perdonarnos y bendecirnos. Cada paso, es Jesús quien lo da. Jesús escribe (o modifica) lo establecido. Nos da la Cena del Señor, una comida para que la tengamos juntamente con Él —con Aquel que dijo: “Yo soy el pan de vida”.

Y con un simple trozo de pan, Jesús declara cómo viene la salvación —no por nuestros esfuerzos, sino por su gracia; no como un proyecto humano, sino como un regalo divino.

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