jueves, 10 de marzo de 2016

Jueves: LA PERSONA QUE DIOS PUEDE USAR (Hechos 2.1-14)

LA PERSONA QUE DIOS PUEDE USAR

Hechos 2.1-14
1 Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.
2 Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;
3 y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.
4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
5 Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo.
6 Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua.
7 Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan?
8 ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?
9 Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia,
10 en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de Africa más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos,
11 cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.
12 Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?
13 Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto.
14 Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.

Al ser llamado por el Señor a una vida de discipulado y servicio, Pedro dejó su profesión de pescador para convertirse en el líder de la iglesia en Jerusalén. Podemos aprender mucho de la transformación que experimentó por sus logros y sus fracasos.

Pedro fue el primero que reconoció públicamente que Jesús era el Mesías. Cuando el Señor preguntó a los discípulos quién creían ellos que era, Pedro dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mt 16.16). Al confesar resueltamente su fe delante de los demás, no se cohibió por temor a lo que pudieran pensar. Igualmente, la base de nuestra identidad, tanto en público como en privado, tiene que ser que somos seguidores de Cristo. Nuestras palabras y acciones deben proclamar que le pertenecemos a Él.

Después del arresto de Jesús, la fe de Pedro flaqueó. Cuando lo desafiaron a decir si había estado con Jesús, lo negó. Tal como lo había profetizado el Señor, el apóstol negó tres veces su relación con Él. ¡Qué lágrimas tan amargas las del discípulo por su acción! (Mt 26.69-75). Después de su resurrección, Jesús perdonó a Pedro, y luego lo llamó a amar a las “ovejas perdidas” del mundo (Jn 21.15-17). En Pentecostés, después de ser lleno del Espíritu Santo, Pedro comenzó su ministerio anunciando el evangelio a miles de personas (Hch 2.6-11, 41). Por medio del poder de Dios, muchos fueron salvos.

Pedro es un buen ejemplo de la clase de persona que nuestro Padre celestial puede utilizar: a alguien con fortalezas y debilidades, que aprende de sus errores y que es obediente a los propósitos del Señor. ¿Está usted resuelto a seguir el plan de Dios para su vida?

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