LA BATALLA CONTRA EL PECADO
2 Corintios 10:1-13
1 Yo Pablo os ruego por la mansedumbre y ternura de Cristo, yo que estando presente ciertamente soy humilde entre vosotros, mas ausente soy osado para con vosotros;
2 ruego, pues, que cuando esté presente, no tenga que usar de aquella osadía con que estoy dispuesto a proceder resueltamente contra algunos que nos tienen como si anduviésemos según la carne.
3 Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne;
4 porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,
5 derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,
6 y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta.
7 Miráis las cosas según la apariencia. Si alguno está persuadido en sí mismo que es de Cristo, esto también piense por sí mismo, que como él es de Cristo, así también nosotros somos de Cristo.
8 Porque aunque me gloríe algo más todavía de nuestra autoridad, la cual el Señor nos dio para edificación y no para vuestra destrucción, no me avergonzaré;
9 para que no parezca como que os quiero amedrentar por cartas.
10 Porque a la verdad, dicen, las cartas son duras y fuertes; mas la presencia corporal débil, y la palabra menospreciable.
11 Esto tenga en cuenta tal persona, que así como somos en la palabra por cartas, estando ausentes, lo seremos también en hechos, estando presentes.
12 Porque no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos, midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos, no son juiciosos.
13 Pero nosotros no nos gloriaremos desmedidamente, sino conforme a la regla que Dios nos ha dado por medida, para llegar también hasta vosotros.
Dios estableció límites de protección para sus hijos porque sabe los peligros que acarrea la desobediencia, tanto para el transgresor como para los que son afectados por el pecado. Su Palabra nos advierte que no debemos ceder al pecado, sino obedecer a Cristo con una vida de abnegación, que es la vía que conduce al gozo.
Sin embargo, el mundo dice que la satisfacción se encuentra en la adquisición de riquezas, poder y amigos. Satanás susurra la mentira de que la felicidad se logra cediendo a los deseos. Su propósito de apartarnos de Dios comenzó con la tentación de Adán y Eva, a quienes Dios había dado acceso a todos los árboles del huerto, menos a uno. El primer hombre y la primera mujer se salieron de los límites puestos por el Señor, comieron del árbol prohibido y se vieron separados de Dios. Satanás utilizó la duda (“¿Conque Dios os ha dicho?”), la mentira (“no moriréis”), y el autoengaño (“seréis como Dios”) para lograr su propósito (Gn 3.1-5). Hizo parecer muy atractiva la rebelión contra Dios, que es la raíz de todo pecado. Sus métodos siguen siendo los mismos hoy.
Gn 3.1-5
1 Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?
2 Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer;
3 pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis.
4 Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis;
5 sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.
La única manera que tenemos para resistir el clamor del mundo, los susurros del enemigo y nuestros deseos egoístas es sumergirnos en la Palabra de Dios. Debemos centrar nuestra atención en conocer al Señor en su plenitud, creyendo sus promesas y obedeciendo sus mandamientos. Solo mediante una relación con Dios podremos dar la batalla contra el pecado y mantenernos firmes.
Permita que el Señor le hable hoy por medio de su Palabra. Él tiene mucho que decirle.
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