miércoles, 24 de febrero de 2016

Miércoles: NUESTRA TAREA MISIONERA (Hechos 13.1-4)

NUESTRA TAREA MISIONERA

Hechos 13.1-4
1 Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo.
2 Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado.
3 Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.
4 Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre.

Pablo y Bernabé fijaron el patrón para el trabajo misionero de la iglesia cuando obedecieron el llamado de Dios de lanzarse a la tarea. El cuerpo local de creyentes —los que se quedaron para predicar de Cristo a sus vecinos y amigos— equiparon a estos hombres para su viaje. Lo hicieron por las mismas razones que se aplican hoy día:

La condición espiritual de la humanidad. Romanos 1.21-32 (1) describe a este mundo pecador. El pecado sin freno conduce a las personas a una pendiente resbaladiza que los lleva a tener una conciencia depravada y, al final, una mente incapaz de discernir lo correcto.

La provisión espiritual de Dios. El Padre celestial respondió a la condición de la humanidad con su gracia al enviar a su único Hijo para salvarnos. Cristo llevó en la cruz el pecado de todos nosotros: los vivos, los que ya no viven y los que nacerán. La oferta de salvación es para todos; la gracia de Dios no tiene en cuenta raza, religión y color ("Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan;", Ro 10.12). Quienes creen en Cristo han sido perdonados de su pecado, y pasarán la eternidad con Él.

La comisión dada por Jesucristo. Hechos 1.8 dice que recibimos el Espíritu Santo para que podamos dar testimonio eficaz a quienes necesitan salvación. Notemos que no debemos ir solo al lugar donde vivimos y trabajamos, sino a todo el mundo, donde hay personas esperando escuchar las buenas nuevas.
Hechos 1.8 
8 pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.

El propósito de la iglesia es adorar y testificar. Algunos irán, y otros enviarán, pero todos estamos llamados a la tarea de difundir el evangelio. No se trata de una sugerencia; es una orden ("Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;", Mt 28.19). Los creyentes debemos involucrarnos en la tarea misionera.

(1) = Romanos 1.21-32
21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.
22 Profesando ser sabios, se hicieron necios,
23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
24 Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos,
25 ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.
26 Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza,
27 y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.
28 Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen;
29 estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades;
30 murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres,
31 necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia;
32 quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.

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