miércoles, 17 de febrero de 2016

Miércoles: EL COSTO DE NUESTRA SALVACIÓN (Filipenses 2.5, 8)

EL COSTO DE NUESTRA SALVACIÓN

Filipenses 2.5, 8
5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

En nuestro mundo de la banca electrónica y de las tarjetas de crédito es fácil ignorar lo que cuestan las cosas. Igual sucede con el pecado. Nuestra cultura disfruta de los placeres temporales, sin tener en cuenta el costo del pecado ("Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.", Ro 6.23).

La Biblia nos dice lo que tuvo que pagar el Señor por nuestro pecado. Por amor a nosotros, sufrió . . .

Dolor físico. En las horas previas a su crucifixión, Jesús fue ridiculizado, golpeado y humillado. En su debilitado estado, fue obligado a llevar el instrumento de su muerte —la cruz. Después fue clavado en ella y levantado para sufrir una muerte atroz.

Pecado del hombre. Jesús vivió una vida libre de pecado, nunca conoció su vergüenza o la amargura del remordimiento. Pero en la cruz, el Padre puso todos los pecados de la humanidad en el Salvador ("Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.", 2 Co 5.21). Allí, Cristo experimentó la plenitud de nuestras transgresiones, y de nuestra culpa y vergüenza.

Abandono. En sus horas finales, Jesús fue separado de su Padre ("Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?", Mr 15.34); la comunión que habían tenido desde la eternidad fue rota por primera y única vez. Nuestro pecado se convirtió en la barrera que nos había mantenido separados de Dios, hasta que Cristo consumó su obra expiatoria ("Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.", Jn 19.30).

Castigo divino. La ira de Dios se derramó sobre nuestro Señor a causa del pecado del hombre. Cristo experimentó la condena que nosotros merecíamos (Is 53.5, 6; "Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.", Ro 5.9).
Is 53.5, 6
5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.

Nuestro Salvador sufrió en extremo por nosotros. Dio su vida para que pudiéramos ser parte de la familia de Dios ("Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;", Jn 1.12). Él nos llama a una vida de servicio abnegado —haciendo la obra del Padre.


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