Filipenses 2.5-85 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;
8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Uno de los mayores obstáculos para la efectividad del evangelio es la manera como actúan los cristianos en la iglesia, y como lo hacen en otros lugares. La manera como vivimos para Dios debería permear todas los aspectos de nuestra vida. El lugar de trabajo no es una excepción.
La manera como actuamos refleja nuestra fe. Entonces, si decimos ser cristianos, nuestros compañeros de trabajo, jefes y empleados equipararán nuestras actitudes y acciones con el Señor Jesús. ¿Ven las personas que trabajan con usted un reflejo positivo de Dios en su ética de trabajo?
Echemos un vistazo a un modelo bíblico a seguir. Primero, debemos vernos como servidores. Segundo, nuestro verdadero jefe es Cristo; por tanto, trabajemos con interés e integridad, sabiendo que nuestra recompensa viene de Él ("Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres;", Col 3.23). Tercero, ya que toda autoridad en la tierra ha sido dada por Dios (Ro 13.1), debemos obedecer con agrado a nuestros superiores, a menos que, por supuesto, nuestro jefe nos pida que hagamos algo contrario a la Palabra de Dios. Y, por último, todos aquellos con quienes trabajamos son valiosos para el Señor y debemos tratarlos con respeto (1 Jn 4.7, 8).
La manera como actuamos refleja nuestra fe. Entonces, si decimos ser cristianos, nuestros compañeros de trabajo, jefes y empleados equipararán nuestras actitudes y acciones con el Señor Jesús. ¿Ven las personas que trabajan con usted un reflejo positivo de Dios en su ética de trabajo?
Echemos un vistazo a un modelo bíblico a seguir. Primero, debemos vernos como servidores. Segundo, nuestro verdadero jefe es Cristo; por tanto, trabajemos con interés e integridad, sabiendo que nuestra recompensa viene de Él ("Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres;", Col 3.23). Tercero, ya que toda autoridad en la tierra ha sido dada por Dios (Ro 13.1), debemos obedecer con agrado a nuestros superiores, a menos que, por supuesto, nuestro jefe nos pida que hagamos algo contrario a la Palabra de Dios. Y, por último, todos aquellos con quienes trabajamos son valiosos para el Señor y debemos tratarlos con respeto (1 Jn 4.7, 8).
1 Jn 4.7, 8
7 Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.
8 El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.
8 El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.
Piense en cómo se aplica aquí la regla de oro: “Traten a los demás como quisieran ser tratados”. Dicho de otra forma, imagínese a usted como jefe y pregúntese: ¿Cómo me gustaría que trabajaran los empleados? Debemos trabajar como si Dios fuera nuestro jefe. Esto significa hacer las tareas con alegría, actitud servicial y respeto por los demás, con diligencia y obediencia a quienes tienen posiciones de autoridad. Imagínese lo que podría ser el lugar de trabajo si todos los creyentes vieran sus empleos de esta manera.
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