Santiago 1.2-122 Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas,
3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.
4 Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.
5 Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.
6 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.
7 No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.
8 El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.
9 El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación;
10 pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba.
11 Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas.
12 Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.
Cuando llegan tiempos difíciles, ¿cuál es su reacción? Aunque puede parecer tentador querer salir del problema, lo que Dios quiere en realidad es que sus hijos nos mantengamos sujetos a Él, aunque no le ponga fin a nuestro sufrimiento. Pero es la voluntad del Señor que mantengamos la cabeza en alto, y que sigamos adelante en medio del dolor.
Esto es algo que sorprende a muchos nuevos creyentes. Después de poner su fe en Jesús, se asombran cuando aparece alguna dificultad inesperada. Es incorrecto esperar una vida fácil después de poner nuestra fe en el Hijo de Dios como Señor. De hecho, la Biblia nos asegura todo lo contrario. Jesús mismo declaró que si estamos con Él, seremos afligidos por el mundo ("Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.", Jn 16.33).
En Santiago 1.2, se nos dice que consideremos nuestras luchas como una fuente de “sumo gozo”. Esto tiene sentido solo cuando vemos nuestras dificultades a través de los ojos de Dios como oportunidades para crecer. Una fe no probada es débil e ineficaz. Al igual que nuestros músculos, nuestra fe debe ser ejercitada contra cierta resistencia. Si enfrentamos las pruebas con sabiduría, y soportamos con piadosa paciencia, descubriremos bendiciones que nunca imaginamos.
Al final de la lucha, veremos a Dios esperándonos con nuestra recompensa: la corona de la vida (v. 12). Utilizando una imagen del mundo del deporte, la “corona de la vida” es básicamente la medalla de oro que Dios nos da por un trabajo bien hecho. ¿Quiere usted tener el reconocimiento del Señor por su victoria espiritual? Entonces, siga adelante en medio de las dificultades, y descubra lo que hay más allá de la prueba.
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