martes, 15 de septiembre de 2015

Martes: La respuesta al conflicto (Proverbios 15.18)

La respuesta al conflicto

18 El hombre iracundo promueve contiendas; Mas el que tarda en airarse apacigua la rencilla.
Martes 15 de septiembre de 2015
Cuando surgen los conflictos, por lo general, buscamos a alguien a quien culpar. Recuerdo la ocasión en que fui severamente recriminado en la reunión de una organización. Pero, gracias al poder de Dios, pude permanecer calmado y reaccionar de una manera agradable a Él.
Volverse al Señor en oración es siempre la mejor manera de responder en una crisis. Al hacerlo, podemos pedirle que nos dé:
Discernimiento espiritual. Dios entiende el origen del problema, y puede darnos la capacidad de comprenderlo. Quizás ha habido un problema de comunicación, o resentimiento, o haya sido un error nuestro. Pero, con la ayuda del Espíritu Santo, podremos entender la situación.
Tranquilidad. Nuestra naturaleza nos impulsa a reaccionar de inmediato para tratar de defendernos. Pero antes de actuar, debemos enfocar deliberadamente nuestra atención en Dios, y experimentar la paz interior que Él promete ("La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo."Jn 14.27).
Sabiduría. El Señor dijo a sus discípulos que el Espíritu Santo les daría palabras sabias para decirlas cuando se enfrentaran a autoridades hostiles (Lc 12.11, 12). Él hará lo mismo con usted. Si está tentado a responder precipitadamente, pídale al Espíritu que ponga un sello en sus labios hasta que el Señor le dé las palabras que deba decir, en el momento correcto ("Pon guarda a mi boca, oh Jehová; Guarda la puerta de mis labios."Sal 141.3).
Lucas 12:1-2
11 Cuando os trajeren a las sinagogas, y ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis por cómo o qué habréis de responder, o qué habréis de decir; 
12 porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debáis decir.



No tenemos que reaccionar con ira ni ponernos a la defensiva ante la crítica, como lo hace el mundo. Dios nos ha llamado a representarle en todas las situaciones, de la misma manera que lo hizo Cristo, por medio de la dependencia del Padre celestial.


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