1 Palabras de Nehemías hijo de Hacalías. Aconteció en el mes de Quisleu, en el año veinte, estando yo en Susa, capital del reino,
2 que vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos varones de Judá, y les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén.
3 Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego.
4 Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos.
5 Y dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos;
6 esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y noche, por los hijos de Israel tus siervos; y confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado.
7 En extremo nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés tu siervo.
8 Acuérdate ahora de la palabra que diste a Moisés tu siervo, diciendo: Si vosotros pecareis, yo os dispersaré por los pueblos;
9 pero si os volviereis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, aunque vuestra dispersión fuere hasta el extremo de los cielos, de allí os recogeré, y os traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre.
10 Ellos, pues, son tus siervos y tu pueblo, los cuales redimiste con tu gran poder, y con tu mano poderosa.
11 Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu nombre; concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón. Porque yo servía de copero al rey.
Jueves 18 de septiembre de 2015
Nehemías demuestra el poder de la oración. Como siervo del rey Artajerjes de Persia, no tenía ningún derecho a solicitar permiso para reconstruir los muros de Jerusalén, y mucho menos a pedir materiales ni protección. Sin embargo, por conocer la naturaleza del Dios a quien oraba, Nehemías no dudó en actuar con osadía y pedir al rey lo que hacía falta.
Comenzó su oración diciendo: “Te ruego, oh SEÑOR, Dios del cielo” (
Neh 1.5).
SEÑOR, con letras mayúsculas, designa a la palabra
Jehová(una forma de
Yavé, el nombre hebreo de Dios), lo cual significa“Dios, quien es eterno en su ser” —expresando que todo en todas partes está en su presencia. Por tanto, cuando Dios hace una promesa, sabe cómo va a cumplirla. Es por eso que Nehemías lo llamó “el grande y temible Dios, que guarda el pacto”. Él sabía que Dios se había comprometido a llevar de vuelta a los israelitas arrepentidos a su tierra natal para vivir en su presencia (v. 9).
La siguiente palabra hebrea: Elohim, se traduce como: “El que es absolutamente soberano”. Este nombre se refiere al Creador, y habla de su omnipotencia. Si Él hizo al mundo con su palabra, entonces es capaz, sin duda, de darle a Nehemías las provisiones, tiempo fuera del trabajo, y el favor del rey persa.
Hay muchos otros nombres para Dios, tales como Adonai (“dueño”), Jehová-Jireh (“proveedor”), o Jehová-Rafa (“sanador”). Puesto que el idioma hebreo es preciso, puede ayudarnos a conocer mejor a Dios. Cuando necesitamos consuelo, llamamos al Dios que consuela; cuando necesitamos sabiduría, tenemos al Dios que enseña. Así como conocer nuestra audiencia afecta las palabras que usamos, la manera de ver a Dios afecta el modo en que oramos.
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